Año CXXXVI
 Nº 49.727
Rosario,
domingo  19 de
enero de 2003
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Esquel
A la sombra de árboles milenarios
Territorio de mapuches, la Patagonia norte tuvo visitantes como Charles Darwin y el perito Moreno


Cuando alguien piensa en el paisaje patagónico de inmediato aparece la imagen de bosques con árboles milenarios y cursos de agua cristalina, donde es posible internarse en un ejercicio mental. Esquel, portal a la región cordillerana habitada desde siempre por los mapuches y otros pueblos cuyos nombres se perdieron, es el asiento ideal para iniciar sucesivas excursiones a la Comarca de los Alerces, integrada por el parque nacional del mismo nombre, Cholila, Trevelin, Corcovado y Tecka.
La zona es conocida mundialmente por el Viejo Expreso Patagónico o La Trochita, ramal que comenzó a circular poco después de la Primera Guerra Mundial como parte de un ambicioso proyecto para unir la Patagonia a través de trenes con trochas de 0,75 centímetros.
Hoy se pueden realizar paseos turísticos en vagones con material original, usados a principios de los años 20, y cuyo mantenimiento es artesanal ya que los repuestos dejaron de fabricarse.
Los lugareños dicen que Esquel, ciudad de unos 28 mil habitantes, es la entrada a la "fabulosa comarca" donde el visitante puede encontrar lo mismo que uno imagina en un buen cuento europeo: plácidos lagos, bosques espesos y oscuros, ríos inquietos y una policromía infinita en la flora veraniega.
En ese marco, visitar la ciudad patagónica y el parque nacional nada más que para ver de cerca el bosque de alerces, no es menor, para cualquier viajero que se precie de serlo.
Estos árboles, cuyo nombre científico es "fitzroya cupressoides", constituyen una verdadera curiosidad botánica porque pueden encontrarse ejemplares de hasta 3.000 años de edad y sesenta metros de altura, algunos con troncos que miden tres y hasta cuatro metros de diámetro.

Alerces y lagos
Los alerces no están solos porque el entorno cordillerano acompaña una sucesión de lagos como el Futalaufquen, el Verde, el Menéndez y el Rivadavia, conectados entre sí por los ríos Arrayanes, Menéndez y Rivadavia, entre los más importantes.
Todo tipo de viajero puede encontrar su lugar en ese escenario natural incomparable, desde los captores de imágenes, que tienen como arma principal la paciencia, hasta los cultores del rafting que pueden cabalgar los embravecidos cursos de aguas patagónicas, o los que prefieren disfrutar de la placidez de las lagunas.
El Parque Nacional tiene otros espejos como el Cisne, el Kruger, el Stange y el Chico, pero estos sólo están reservados al acceso de científicos y guardaparques.
¿Qué puede ser mejor oferta que la tranquilidad y la belleza de la geografía? Con una temperatura que alcanza los 24 grados en la época estival, la humedad forma parte del paisaje y se transforma en nubes que llevan la mente de los visitantes hacia el territorio de los sueños. Pero no todo es contemplación, además del rafting es posible realizar cabalgatas en la selva valdiviana, trekking, pesca deportiva o actividades más emparentadas con el conocimiento, como es el caso de las pinturas rupestres que presentan formas concéntricas, cruciformes, rectángulos, laberintos y figuras humanas esquemáticas.
Territorio de mapuches, la región de la patagonia norte tuvo visitantes como Charles Darwin, el emblemático Perito Moreno o el "bandido" norteamericano Butch Cassidy, cuyos huesos se perdieron por estos parajes.
Además de experimentar la emoción de la belleza el viajero podrá acercarse, si quiere, a artículos regionales como los productos textiles, artesanalmente elaborados. Quizás también podrá apreciar las joyas de plata que orgullosamente usan las mujeres aborígenes, producto del fino arte de sus ancestros.
Es que Esquel constituye una voz que tiene al menos dos acepciones, por un lado, abrojo, y por el otro, tembladeral. ¿De qué sirve emprender un viaje que no sea un verdadero tembladeral y que se le pegue al alma para siempre?



Es imperdible la excursión por el lago Futalaufquen.
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