Año CXXXVI
 Nº 49.727
Rosario,
domingo  19 de
enero de 2003
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"Las correcciones", con premio y polémica
La novela de Jonathan Franzen incursiona en las luces y las sombras de la familia norteamericana

Carlos Roberto Morán / La Capital

Por la edición de "Las correcciones" se han peleado sellos de renombre y alcance internacionales. En su país de origen la novela obtuvo el más que prestigiado National Book Award y la crítica no ha hecho más que elogiarla. "Las correcciones" colocó a su autor, el norteamericano Jonathan Franzen, en el lugar reservado para pocos, ha sido traducida casi de inmediato a varios idiomas, el castellano entre ellos, y ahora circula en la Argentina publicada por Seix Barral (del Grupo Planeta).
La ficción que gira en torno a la familia Lambert, integrada por los padres Albert y Enid, tres hijos (Chip, Denise y Gary) y nietos, hijos de Gary, de poca incidencia en la historia. El pretexto narrativo refiere a la "necesidad" que siente Enid de reunir a sus hijos y nietos para la inmediata Navidad en su vieja casa de Saint Jude, una población imaginaria del Medio Oeste norteamericano que es una recreación de St. Louis, ciudad donde nació Franzen hace 41 años. Y es, en verdad, una nueva vuelta de tuerca sobre la disfuncionalidad de la familia norteamericana contemporánea y, por extensión, de toda una sociedad sustentada bajo los parámetros del éxito, el consumo y el individualismo extremos.
Franzen es irónico, agudo, mordaz. Juega a todo lo largo de la novela con la idea de "la corrección", palabra que muta de significación según el tema que se trate, según como interactúe con el personaje que en ese momento haya cobrado papel protagónico, aunque nunca aquello a lo que alude, lo correcto (¿lo políticamente correcto?) termina de definirse con precisión.
A medida que la novela "circula" por distintos ámbitos, que incluye la un tanto exótica Lituania (mucho más imaginaria que real), los distintos integrantes de la familia Lambert se vuelven los personajes centrales de parte de la historia. El primero de ellos es Chip, el menor de la familia, un atolondrado "eterno adolescente" que no sabe qué hacer muy bien con su vida, luego de haber perdido su puesto de profesor universitario y no haber resultado exitoso ni con su pareja, Julia, ni con un guión cinematográfico. El segundo hijo, Gary, será a su vez exitoso en el plano laboral y económico, pero un desastre manifiesto como hijo y esposo. Denise mantendrá al igual que sus hermanos una relación de amor-odio con su familia y el mundo, tanto en su rol de chef de cocina como la lesbiana que es, pero que no termina de asumirse como tal. Mientras que Enid, para evitar ver la realidad, vivirá en una suerte de mundo ideal que poca o nula correspondencia mantiene con el mundo cotidiano. Y Alfred, por fin, que también se enajenará de la realidad a medida que va enloqueciendo, sostiene con el mundo y sus familiares un litigio inconcluso.
Como se dijo, la fiesta de Navidad, la Fiesta por antonomasia de los norteamericanos, es el pretexto utilizado por Franzen para hablar sobre las complejas relaciones familiares en un país que aún no había recibido el azote del terrorismo, pero de verdad enfermo por el consumo, el ansia de éxito y las extremas dificultades para "conectar" con el otro. Con "Las correcciones", es evidente, Franzen intentó con mucha ambición escribir el Gran Relato estadounidense de los comienzos del milenio. Previamente, en una prestigiosa revista, había afirmado que la novela no lograba interpelar a la cultura actual. Con "Las correcciones" buscó concretar el nuevo diálogo dando una vuelta de tuerca a la ficción realista.
Repercusiones tuvo: masivas ventas, buenas críticas, mejor apoyo publicitario. Con todo, "Las correcciones" no nos parece esa novela totalizadora que ha sido la obsesión de los escritores del "Gran País del Norte" a lo largo del Siglo XX y que, como se ve, parece continuar siendo el objetivo a alcanzar en estos primerizos años del XXI.
Lo que Franzen nos dice es que las alegorías domésticas de Norman Rockwell con sus inefables dibujos navideños o, su continuación en cine, las historias contadas por Frank Capra pertenecen a un idealizado pasado (verbigracia, en el que vive o quiere vivir Enid) que si alguna vez existió (cosa que por supuesto nunca ocurrió), hoy está hecho añicos. Que estamos sumergidos en un mundo corrupto y que la familia ha sido alcanzada por esa degradación. Pero que al mismo tiempo a pesar de encontrarse corroída, enferma, ella existe y persiste.


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