Javier Parenti / Ovación
"No tenía más voluntad de seguir. Esto es así. Un día se termina y yo sentí que era el momento apropiado para decirle adiós al fútbol". Así de sencillo reflejó Abel Eduardo Balbo su decisión de colgar los botines tras una campaña extraordinaria de casi quince años. Desde aquel comienzo sorprendente en el Newell's campeón 87/88, de la mano de José Yudica, pasando por River para dar el gran salto a Europa, allá donde empezó a brillar en Udinese, tanto que su luz iluminó doce años a la selección argentina. Y siguió con sus goles en Parma y Roma y cerrar su carrera dándose el gusto, sin convertir, pero defendiendo la camiseta con los colores azul y oro de su Boca, aquellos que aprendió a querer desde su infancia en Empalme Villa Constitución. "Superé mis pretensiones. Yo sólo pensaba en jugar en primera y jugué en Newell's, River, Boca, Europa, tres mundiales, qué más podía pedir", reflexionó Abel ante Ovacion antes de empezar a recorrer su trayectoria. Aquella que comenzó con los colores rojinegros, de arranque "con el gran trabajo de Jorge Bernardo Griffa en las inferiores" y "en primera con un grupo extraordinario de jugadores, en un equipo bárbaro que conducía Yudica y que salió campeón por su gran categoría". En el que Balbo apareció con todo, aportando con sus goles clave. "Sí, hice muchos pero cualquier delantero podía hacerlos, si se creaban 12 jugadas claras de gol por partido". Claro, esas conquistas le abrieron las puertas de un River monumental, en "un paso que me sirvió de mucho para seguir creciendo. No era fácil jugar en ese equipo porque había muchas figuras. Pero también egoísmos, por eso no ganamos el campeonato. Pero crecí como hombre, como jugador". El barrio de Núñez era el trampolín al Viejo Continente. Italia lo esperaba y la institución que le extendió los brazos fue Udinese. "Mi paso por Udine fue fundamental para que el proceso de adaptación al fútbol italiano sea más sencillo que si hubiese caído directamente en un club grande, porque no estaba preparado para ese gran paso. Ahí me esperaron hasta que me consolidé, después las cosas, gracias a Dios, me salieron muy bien", rememoró el delantero. Y a la par de esa adaptación le llegó la convocatoria a la selección. Primero con Bilardo (Italia 90), después Basile (Estados Unidos 94) y por último Passarella (Francia 98). "Todas experiencias extraordinarias, encima con la fortuna de poder jugar al lado de Maradona". Pero el goleador no se detiene sólo a valorar su gran campaña en el fútbol europeo sino que sostiene que "al llegar a Italia, en un lugar tan espectacular como Udine, me sirvió para solidificar mi familia. Arribé apenas casado, mi mujer (Lucila) me acompañó siempre y así consolidé mi matrimonio, algo fundamental para un futbolista. Y mis hijos Nicolás (de 10 años) y Federico (de 5) crecieron de la mejor manera. Y ahora, en Roma, esperamos a Chiara". Sus hijos y su esposa, con quienes Abel hoy quiere disfrutar su nueva vida. Esa alejada del rectángulo de juego y sin pantalones cortos, de la que "no pude disfrutar por haber jugado en un nivel que te quita muchas horas de familia. Y al encarar este nuevo desafío al lado del fútbol, con una persona que me ayudó mucho en mi carrera como Eduardo Bermúdez, colaborando con un club de mi país como lo es Central Córdoba, dándoles una mano a los chicos para que tengan una oportunidad de llegar al fútbol europeo, algo que en lo que hace poco estoy pero a lo que ya le tomé el gustito". Así está Abel Eduardo Balbo hoy por hoy. Ya sin gritar sus goles, pero "muy bien en lo personal y familiar. Sin extrañar jugar al fútbol".
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