Año CXXXVI
 Nº 49.722
Rosario,
martes  14 de
enero de 2003
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El ataque habría tenido componentes discriminatorios
Denuncian a patovicas de un boliche por brutal paliza a cuatro jóvenes
Fue en Corrientes y Tucumán. Las víctimas dijeron que recibieron golpes y amenazas por hacer un reclamo

Cuatro jóvenes de 17 a 21 años fueron castigados con brutalidad por un grupo de patovicas que los sacaron a la fuerza del boliche Off, de Corrientes y Tucumán, los golpearon en la vereda y los amenazaron de muerte con armas de fuego por reclamar una consumición a un barman. Así lo expresa la denuncia que presentarán hoy en Tribunales, donde un médico forense ya revisó a los muchachos y constató las marcas de la golpiza. El ataque habría tenido componentes discriminatorios motivados por la humilde condición social de las víctimas.
El céntrico boliche Off solía ser el sitio elegido para ir a bailar por Fernando Rosales, de 21 años, y su hermano Raúl, de 20, quienes la madrugada del domingo pasado fueron al local acompañados por cuatro amigos. Todos recibieron con la entrada un ticket para solicitar una bebida. A las 4.30 de la madrugada, Fernando se acercó a una barra y pidió su consumición, pero el barman se negó a entregarla, según contó a La Capital Amalia, la madre de los jóvenes golpeados.
Ante la insistencia del muchacho, el empleado del local llamó a los custodios y Fernando fue sacado a empujones de la disco. Junto a él fue arrastrado todo el grupo. Desde dentro del local comenzaron a agredirlos. Al llegar a la vereda los patovicas los agredieron con furia: les pegaron patadas y trompadas, les provocaron cortes en el rostro y les dieron culatazos y cabezazos contra el cordón. La denuncia afirma que todo ocurrió en presencia del dueño del local.
El más perjudicado de los hermanos Rosales fue Raúl, quien quedó con el rostro desfigurado. "Mi hijo tiene media cara destrozada", relató Amalia mientras contaba las lesiones que quedaron en el cuerpo de su hijo: un ojo negro; raspones en la cara, el cuello y los codos; hematomas en el pecho; un profundo dolor de cabeza y molestias renales.
Un adolescente que los acompañaba, Gabriel S., de 17 años, debió recibir puntos en una ceja y otro muchacho, cuyo nombre se mantuvo en reserva porque no inició acciones legales, se desvaneció cuando golpearon su cabeza contra el cordón de la vereda.
Los golpes fueron acompañados de "irreproducibles" insultos y amenazas. "Les han dicho de todo. Uno de los patovicas dijo que era el jefe de una comisaría y que por eso hacía lo que quería", indicó la mujer. Según el testimonio de las víctimas, los custodios eran nueve en total, vestían de civil y algunos estaban armados.
Una de esas armas fue usada para intimidar a un muchacho que intentó poner fin a la paliza, a quien amenazaron de muerte con un revólver. "Le dijeron que se fuera porque si no lo iban a matar", relató Amalia. Pero el ataque no terminó ahí. Los custodios también le sustrajeron al menor de los Rosales una pulsera de oro y todo el dinero que llevaba en la billetera. Como remate los custodios les dijeron que se fueran o llamarían a la policía.
Cuando se retiraban del lugar, doloridos y sin un peso, los chicos pasaron frente a otro boliche del centro cuyos custodios, al verlos lastimados y preguntar qué había pasado, le aconsejaron que hicieran la denuncia. "Les dijeron que ellos no les pueden pegar. Sólo pueden sacarlos del boliche o llamar a la policía", reprodujo Amalia. Luego los jóvenes se dirigieron al Hospital de Emergencias (Heca), donde recibieron asistencia médica y una nueva sugerencia de denunciar el caso.
La mujer indicó que sus hijos están en condiciones de reconocer a los agresores porque siempre iban a ese local bailable, donde habían presenciado otros episodios de violencia similares. "Si los chicos se portaban mal, lo lógico era sacarlos. Pero ellos simplemente reclamaron una consumición", señaló.
Hoy los jóvenes declararán ante la jueza Correccional en feria, Elena Ramón. La jueza ayer no pudo recibir la denuncia formal, pero con sólo echar un vistazo a los rostros lastimados de los jóvenes ordenó una inspección del médico forense, quien por la tarde constató las lesiones.
El abogado de la familia Rosales, Marcelo Piercecchi, no descartó que el ataque tuviera algún componente discriminatorio ni que la acusación, en principio por lesiones leves, amenazas y hurto, pueda agravarse. La familia, domiciliada en el barrio Hospitales, vive de las changas que realiza el marido de Amalia y el trabajo de la mujer como empleada doméstica, vendedora de ropa y beneficiaria de un plan Jefas y Jefes de Hogar que le permite sostener a sus cuatro hijos.



Raúl Rosales muestra las huellas de la brutal agresión. (Foto: Hugo Ferreyra)
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