Año CXXXVI
 Nº 49.719
Rosario,
sábado  11 de
enero de 2003
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Arresto arbitrario, extorsión y cuatro horas de terror en la seccional 25ª
Un comerciante denunció una salvaje sesión de torturas en una comisaría
Detenido por una infracción, dijo haber sufrido una paliza con las esposas puestas. Y pagado 300 pesos para irse

Un proveedor de pollos vivió en Villa Gobernador Gálvez más de cuatro horas de terror a partir de que una brigada policial de civil lo interceptara en la calle bajo la acusación de no tener en condiciones su camioneta. Claudio Ricci, de 32 años, estaba el miércoles, a las 11.45, repartiendo pollos cuando varios policías, en un auto particular, lo arrestaron en Mendoza y Santiago, en el barrio Pueblo Nuevo. Luego lo trasladaron hasta la seccional 25ª. Ya en el trayecto, Ricci padeció una lluvia de golpes, insultos y amenazas de muerte. Pero lo peor ocurrió dentro de la comisaría: con sus muñecas esposadas en la espalda, una nueva ronda de puñetazos y puntapiés lo dejó al borde del desvanecimiento, y lo hizo vomitar por una complicación respiratoria a causa de una sinusitis.
Los padecimientos, asegura la denuncia, culminaron sólo cuando los uniformados le ofrecieron un "arreglo": retirar los suspuestos cargos en su contra, firmando un acta en la cual se hacía mención a un incidente menor en la calle "sin heridos ni lesionados", a cambio de pagar 300 pesos.
Sólo de esa forma pudo recuperar la libertad. "No daba más, me quería ir y tuve que firmar el libro de guardia como si nada hubiese pasado. Al principio me negué a entregar los 300 pesos. Les reproché que encima de la paliza que me comí, me querían sacar plata. Como respuesta, un policía me tiró los papeles en la cara y juró que no podría trabajar más en la zona. Lo que viví no se lo deseo ni al peor de los chorros", contó Ricci, junto a Mario, su empleado de 19 años y compañero de experiencia, que también fue golpeado en la cara.
La denuncia por apremios ilegales en la comisaría de Pueblo Nuevo, la misma en la que hace dos años murieron trece presos en un incendio, fue radicada en la División Judiciales de la Unidad Regional II. El caso podría tratarse de un "apriete" por parte de un repartidor de la zona con aceitados contactos con uniformados.
Ocurrió el miércoles poco antes del mediodía. Claudio tiene un reparto de pollos para una empresa de la zona sur y su única herramienta de trabajo es una camioneta Ford F100 equipada con furgón térmico. Esa tarea la realiza junto a Mario, un muchacho de 19 años que además es vecino suyo.
Aquel inolvidable día, Claudio y Mario habían llegado hasta un comercio de Mendoza y Santiago, una zona humilde de Villa Gobernador Gálvez, a pocas cuadras de la 25ª. Cuando estaban a punto de terminar de abastecer al cliente comenzó la odisea. Un Volskwagen 1.500 verde se detuvo detrás de la pickup. Eyectados desde el interior salieron tres hombres que se dirigieron al dueño del rodado. "Por la forma en que me encararon, creí que me iban a afanar", rememoró Claudio. A esa impresión le siguió este diálogo:
-¿Qué llevás ahí adentro?
-Pollo.
-¿Y el equipo de frío?
-No tengo, todavía no lo pude comprar.
El repartidor argumentó entonces que su vehículo cuenta con un furgón térmico de plástico que no es reglamentario oficialmente para ese trabajo, pero sirve para el traslado de pollos congelados con una buena provisión de hielo. "La mercadería puede estar bien por 3 ó 4 horas, que es lo que dura mi reparto". Sólo cuando escucharon esa explicación, los sujetos se identificaron como policías. "Entonces nos vas a acompañar a la comisaría 25". Aquí surgiría la primera irregularidad. Un grupo de policías de civil incauta un camión por una contravención municipal y lleva a su chofer a una comisaría.
Claudio acató la orden y se ubicó frente al volante. A su lado, se sentó Mario y junto a ellos, uno de los policías. Así, y escoltados por el VW1.500 desde atrás, arrancaron hacia la seccional. En un momento Claudio pidió explicaciones. "Ché, tanto lío por un equipo de frío...". "Callate la boca y seguí manejando", le respondió el policía. Ante semejante contestación, el repartidor optó por activar su teléfono celular y anunció: "Voy a llamar a un abogado y avisar a la empresa que me están llevando detenido". No pudo terminar la frase. El agente de civil lanzó un puñetazo que le pasó a pocos centímetros de la nariz de Mario, que estaba sentado en el medio y embocó en el rostro de Claudio. "Vos no hacés ninguna llamada", agregó el efectivo, que desenfundaba su pistola 9 milímetros.
"Pará loco, estás sacado", gritó Mario, tratando de defender a su patrón. También recibió un golpe en un ojo. La camioneta se detuvo bruscamente.
Tras bajar, a través de la ventanilla, el policía tomó de los pelos a Claudio. La puerta estaba trabada por un abollón y esto enfureció aún más al hombre armado. A todo esto el automóvil con el resto de los policías se acercó y allí comenzó un episodio que hasta causó conmoción en el vecindario.
Claudio fue arrojado al piso y allí le colocaron las esposas ajustadas al máximo en la espalda. Después lo levantaron de los pelos y lo arrastraron hasta el Volskwagen. Entre más puñetazos y patadas, lo llevaron caminando por calle Mendoza mientras le apuntaban con un arma reglamentaria a la cabeza. Todo eso ocurrió delante de muchos vecinos que al principio pensaron que se trataba de un operativo policial. Hasta hubo gente que, al ver a los hombres armados, se introdujo en sus viviendas por temor a un tiroteo.
Dentro de la seccional, Claudio volvió a sufrir una andanada de golpes, con las esposas colocadas. La paliza fue salvaje: lo dejaron arrollado en el piso, llorando y ahogado. "A ver quién te va a defender ahora", le dijo un policía morocho, de pelo corto, robusto de 1,70 metro, mientras le pegaba en las costillas. Después lo dejaron esposados a un banco hasta que un oficial, cuyo apellido sería Cabrera, le ofreció un trato. Dejar sin efecto la supuesta contravención mediante el pago de 300 pesos. Exhausto y dolorido por la golpiza, Claudio optó por pagar y garabatear el libro de guardia. Pero lo hizo además ante una velada amenaza: "Mirá que sabemos dónde trabajás. Si querés laburar tranquilo más vale que no digás nada".
Así y todo, Claudio y Mario denunciaron el hecho en la División Judiciales. "Ahora tenemos mucho miedo", aseguró el primero. Sucede que sospechan de una presunta conexión entre un repartidor y la propia policía. Claudio tuvo algunos encontronazos con su colega, quien tiene una aceitada relación con muchos uniformados.



Ricci dijo que le prometieron represalias si hablaba.
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