| | La tormentosa relación con el fondo
| Las negociaciones entre la Argentina y el FMI marcaron casi íntegramente el ritmo del gobierno de Duhalde, quien pese a los desplantes de ambos lados, las amenazas de ruptura, la declaración de default y las tensiones nunca vistas en el seno del organismo, no pudo rubricar un acuerdo. De todas maneras, el año se cerró con un compromiso del directorio del FMI de analizar el caso argentino en su reunión del 8 de enero, una semana antes de que la Argentina decida si paga o cae en el default total. A tal punto la crisis argentina afectó a los organismos multilaterales, que el Fondo no sólo busca ahora un resquicio a sus propios estatutos para acordar con el gobierno de Duhalde, sino que debate además una propuesta de la número dos del FMI, Anne Krueger, para que la Argentina se transforme en un conejillo de indias de un sistema de quiebras internacional. En el medio del camino quedaron la declaración de default de Adolfo Rodríguez Saá el 6 de enero en medio de una explosión de júbilo del Parlamento, y la renuncia de Jorge Remes Lenicov al Ministerio de Economía el 23 de abril, un día después de regresar a Buenos Aires con el desplante de la propia Krueger. También las bravuconadas del ex secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Paul O'Neill, quien utilizó su cerrada defensa de los plomeros estadounidenses para fustigar a la Argentina por el dispendio de la clase política, pero debió abandonar el cargo producto de la rusticidad de su programa económico. Pero en los últimos meses de 2002, y luego de un cambio en la estrategia negociadora, la Argentina fue construyendo un férreo consenso en su favor entre las naciones europeas, afectadas tanto por la tenencia de bonos de la deuda como por la presencia de sus empresas en el país. Ese consenso se profundizó a partir de la decisión del ministro Roberto Lavagna, quien rechazó el borrador de la carta de intención que la conducción del FMI envió a Argentina el 16 de octubre, y recomendó no pagar los vencimientos con los organismos con reservas del Tesoro. Esa decisión se concretó en noviembre, cuando la Argentina no canceló un vencimiento con el Banco Mundial y encendió la luz de alarma entre los organismos y los países del G-7. Sin embargo, los resultados de esa estrategia son todavía un interrogante.
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