| | Editorial Caminos intransitables
| Las grandes obras viales que posibilitaron el crecimiento de la ciudad parecen sufrir el generalizado deterioro de la cosa pública. Las asociaciones no gubernamentales que luchan denodadamente para evitar muertes por accidentes de tránsito deben enfrentar la desidia de los poderes públicos que no aciertan a la hora de encontrar soluciones para reparar los caminos. Las avenidas de acceso a la ciudad de Rosario deben ser mejoradas con créditos internacionales que están suspendidos hasta que el país resuelva el default y acuerde con el Fondo Monetario Internacional. Mientras tanto, circular por esa zona se hace cada día más peligroso. Peor aún es el estado de la avenida de Circunvalación y el acceso sur, donde el gobierno debería prohibir la circulación, porque no reúnen las mínimas condiciones de seguridad. Llamativamente han aparecido sobre el asfalto pintadas en letra blanca que alertan sobre la velocidad máxima, establecida en 60 kilómetros por hora. Esa precaria señalización es como una gota en el desierto porque resulta absolutamente insuficiente para contrarrestar las restantes carencias de toda índole. En el acceso sur, por ejemplo, que une Rosario con Villa Gobernador Gálvez, no funciona la iluminación en casi el 95 por ciento del trayecto, hay baches que cada día se hacen más profundos y nadie parece prestarle atención al pasto que crece en el cantero central, divisorio de las dos manos. A esto se suma el permanente peligro de gran cantidad de caballos que están atados a la vera del camino y que pueden soltarse en cualquier momento. De noche son muy difíciles de divisar y pueden causar una tragedia. La Circunvalación, anillo vial de vital importancia para la ciudad y la región, ha causado ya cientos de muertes porque en la mayoría de su recorrido no podrían circular más que carretas de principio de siglo. Sin embargo, nadie interviene y la gente se sigue matando y exponiendo su vida a diario
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