Año CXXXVI
 Nº 49.713
Rosario,
domingo  05 de
enero de 2003
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cartas
Nuevo ministro de la Corte Suprema

Desde hace años los argentinos venimos soportando una dirigencia política incompetente e inmoral, exclusivamente ocupada en retener provechosas posiciones de poder. No es exagerado afirmar que en general los peores aspiran a gobernarnos. Aventureros, advenedizos, ineptos, en fin, gente sin cabida en actividades útiles, orientó sus afanes en ocupar puestos de gobierno. Esto, nos ha convertido en un país desdichado, contrariamente a lo que podría suponerse y lejos de superarse parece que tiende a continuar y aún a empeorarse. El más mínimo respeto a las instituciones ha sido superado por las urgencias del gobierno de turno. Lo inmediato, circunstancial, coyuntural y momentáneo, sumado a las más innobles apetencias de poder ha terminado por signar el quehacer político. Ahora, se ha consumado la concreción de un nuevo atropello institucional, una nueva burla a las esperanzas de todos. No puede decirse otra cosa del nombramiento del nuevo ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Un político, un incondicional del gobierno, un desconocido, sin el menor antecedente en las disciplinas jurídicas ha de integrar el alto tribunal. Ya sin tapujos, con la más absoluta desvergüenza, se ubicó en el alto tribunal a un secuaz capaz de sostener cuanta iniciativa convenga al gobierno. Con el apoyo de legisladores oficialistas de los cuales nada puede extrañar y de otos pertenecientes a un partido en estado de putrefaccion de los cuales nada puede esperarse, éste es un nuevo atropello, que si siempre es censurable, tanto más en épocas en que la ciudadanía harta de miserias como nunca clama por una renovación de los métodos y por una purificación de las conductas.
R. E. Martí


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