Año CXXXVI
 Nº 49.713
Rosario,
domingo  05 de
enero de 2003
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Punto de vista: La expectativa de los Reyes Magos

José Luis Cavazza / La Capital

A la hora de abrir los regalos de Reyes, los de Julio siguen siendo los preferidos de una buena parte de la familia. Casi siempre son discos, a pesar de que en los viejos tiempos los vinilos sobrepasaban las fronteras de zapatos y zapatillas instaladas en las ventanas de la casa. Julio tiene la firme convicción de que al regalarte un disco no sólo te está regalando un disco sino que te está ofrendando algo más: la expectativa, la necesidad de escucharlo todos los días hasta la próxima llegada de los Reyes Magos, el miedo a romperlo, a perderlo o a que no te lo devuelvan en uno de esos préstamos peligrosos. Todo eso junto te está regalando. Piensa que cuando te obsequian un disco te están legando un jardín de olores y colores insondables, un diminuto universo atravesado por claves de sol incandescentes, una diadema indescifrable que se repite hasta el infinito.
En realidad, el propio Julio se convirtió con el paso del tiempo en una entelequia, en un espejismo de todos aquellos que alguna vez pusieron en los zapatos de la familia un puñado de recónditas canciones. "¡Ah, seguro que fue Julio!", decíamos sin dudar. Entonces Julio se metió en la piel del Negro Silnik en aquellos terribles 70 en que se apareció con unas grabaciones piratas de "La cantata del Gallo Cantor" del Cuarteto Cedrón, en homenaje a los muertos de Trelew. O cuando apareció entre los zapatos de la vieja y los míos una caja con cuatro compactos del Polaco Goyeneche; hasta el día de hoy hay un pleito abierto a pesar de la justa división en dos de los cuatro discos. O aquellas baladas de Coltrane escuchadas hasta que un par de profundos surcos dijeron basta. Una tapa oscura con la cara de un tipo negro parecido a Pelé en primer plano. Un saxo que sonaba como si fuera el instrumento más fácil de mundo de tocar; tan plácido y caliente a la vez. El primer disco de jazz envuelto para regalo y, claro, lo había enviado Julio, ¿quién otro? Julio también había sido un tal Oso Casas, que antes de perderle el rastro había traído de la ciudad joyas como "Ram" de McCartney y un par de discos de Neil Young. Sabemos que mañana Julio va a volver y sabrá Dios con qué disco va a sorprendernos.


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