Pyongyang. - Mientras que Pyongyang desafía a todo el mundo con su programa nuclear, el visitante extranjero que viaja para conocer Corea del Norte se encuentra con que, apenas cae la noche, el país no cuenta con los medios necesarios siquiera para iluminar las calles de su capital. Con una situación de hambruna y una economía en crisis, Corea del Norte se sumerge en la oscuridad con la puesta de sol y no tiene los kilovatios necesarios para dar calefacción a su población, inmersa en un invierno particularmente riguroso.
Sin embargo, el visitante que llega a Pyongyang tiene garantizada, en medio de la oscuridad, la visión del monumento en memoria a Kim Il-Sung, el fundador del régimen comunista norcoreano, una estatua colosal de 20 metros de altura, ubicada en una colina y cubierta por una pintura dorada iluminada por proyectores. No obstante, la mayor parte de las calles y de las carreteras carecen de iluminación, lo que constituye un signo de escasez en un país que emplea buena parte de sus limitados recursos a financiar sus ambiciones nucleares condenadas por la comunidad internacional.
Visión siniestra
La avenida principal de la capital, el bulevar Changgwang, tiene un aire siniestro en toda su extensión, desde la estación central hasta los locales del Partido de los Trabajadores, cerca de los que se encuentra situado el mejor hotel de la capital, el Koryo, y una de las pocas grandes tiendas que existen en el país.
Un paseo junto a los edificios sin iluminar lleva al Changgwang Karaoke Club, un bar nocturno esencialmente destinado a extranjeros que buscan algo de distracción nocturna en un país comunista pobre y aislado del mundo. Unas señoritas, vestidas con los trajes tradicionales del país, cantan con los clientes canciones en coreano, japonés, chino e inglés, gracias a un sistema de karaoke importado de Japón. Los norcoreanos que entran en este local se entretienen manteniendo conversaciones prudentes con los visitantes sobre los recientes cambios de la economía del país. "Antes eramos todos estrictamente iguales, pero ahora si trabajamos más, ganamos más. Esto alienta a la gente a trabajar más", explica Kim Jong Hyok, de 25 años, funcionario del Ministerio de Transportes, a un periodista de la AFP.
Jong Hyok precisa que su salario se ha multiplicado por 20, mientras los precios se han visto multiplicados por 17. "Con este salario, me alcanza para alimentarme, vestirme y alojarme", dice.
Sin embargo, uno de los símbolos del fracaso de las ambiciones del país domina Pyongyang: la estructura piramidal del hotel Ryugyong, de 105 pisos, aún sin acabar. "Está en proceso de construcción desde hace unos diez años", explica Yun Chang Wu, miembro de la comisión de la radio oficial.
En la costa este del país, un silencio absoluto reina en un pueblo próximo al lugar donde se encuentra una central nuclear construida por los occidentales y actualmente en tareas de acondicionamiento. "Los habitantes están en el campo, por eso es tan silenciosa esta zona", explica un guía.
Los periodistas sólo se cruzan por la calle a una pareja de transeúntes cuyos cuerpos delgados se pierden dentro de vestimentas demasiado grandes. Las casas de hormigón tienen un aire de inacabado y los lemas a la gloria del régimen comunista son visibles en todas partes: en las paredes, en los techos y en la estación de ferrocarril, por cuyas vías herrumbrosas no pasa ningún tren. (AFP)