Año CXXXVI
 Nº 49.711
Rosario,
viernes  03 de
enero de 2003
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Reflexiones
Ley paterna y corrupción

Domingo Caratozzolo (*)

Lo que trataré de demostrar es cómo la caída de la figura paterna en estos últimos decenios provoca la declinación de la ley y la corrupción y perversión concomitantes que se difunden en todos los ámbitos. El paradigma de la burla a la ley la constituye la corrupción en el poder.
Cuando uno pone su mirada en la familia es frecuente observar la debilidad de los varones, su pasividad, mientras que las mujeres son activas y exitosas. Si bien todavía subsisten los rasgos de la sociedad patriarcal en cuanto la mujer recibe menos remuneración en el trabajo, no deja de ser cierto que está ocupando los lugares que antaño ocupaba el hombre. En la universidad, aún en aquéllas disciplinas donde era raro ver mujeres, ellas van aumentando en número, mientras disminuye el de varones. Y esto ocurre en todas las carreras. Vemos que las mujeres están mejor preparadas que los varones para enfrentar la lucha por la vida. Sin menoscabar la lucha por la igualdad de oportunidades para ambos sexos, sin desmerecer las cualidades femeninas para desempeñarse en las tareas antes reservadas a los hombres, no deja de llamar la atención el retroceso de éstos. Téngase entendido que no hablo de una guerra de sexos, sino de la defección del varón.
En los varones hay una falla en su identidad, falla que tiene estrecha relación con una figura paterna ausente o degradada. Los padres resignan sus exigencias porque: "No quiero que mi hijo sufra lo que yo he sufrido", "no quiero que soporte las carencias que yo he soportado", "no quiero que le falte nada", "más que padre soy un amigo de mi hijo". Esta postura, además de una literatura psicoanalítica que trata con dureza las restricciones y los castigos paternos para que el chico se desarrolle sin traumas que puedan ocluir su futuro, fomenta una producción de sujetos atados al narcisismo de los padres que se antepone a los deberes que impone la cultura.
Si el padre es lo que denomino por su función "padre partero" en cuanto debe efectuar el corte entre la madre y el hijo no aparece como tal en escena, el hijo queda a merced de la madre. La escena, en lugar de devenir escena de tres, escena edípica que permite al sujeto inscribirse en la legalidad social mediante su identificación con el padre, queda retenido en la díada mortífera que implica la desubjetivación y la omnipotencia de un ser sin límites. Si la función paterna está carente, desencadena una acefalía de la ley y donde no hay legalidad impera el hedonismo y la corrupción, el imperio de un goce donde no existen barreras. Siendo el padre el agente culturalizante, el que dicta la ley (a la cual él también está sujetado) y al ser éste carente o mutilado, la ley no se internaliza y el sujeto queda inerme, al arbitrio de un goce que al no tener límites es mortífero. Sin ley reina el narcisismo y la perversión; la corrupción es una forma de perversión en cuanto se burla la ley paterna, se la salta, se la esquiva, se la desconoce.
Atrapado en el narcisismo, carente de una figura paterna o por deficiencia de la misma, queda el varón en una situación de debilidad estructural en cuanto a su identificación con un padre desvalorizado, incapaz de jugar su papel de hombre con la madre y de separar el hijo de los brazos de la misma. El chico, al estar pegado a la madre, queda en una situación de pasividad, de esperar que las cosas se le den por el sólo derecho de ser hijo. Así como la madre amamanta al hijo, el hijo espera que las cosas en la vida se le den de esa manera, esta expectativa convierte al varón en pasivo.
Para la muchacha las consecuencias no serán las mismas, podrá arreglárselas mejor que el varón y esto es lo que encontramos como tendencia en nuestra sociedad: hombres débiles, feminizados, castrados, pasivos, masoquistas, que carecen de la fuerza que tenían antaño sus abuelos. Mujeres fuertes y varones débiles.
Uno de los problemas que tenemos en el país es que la justicia es corrupta, o sea, que no hay justicia, no hay ley, la ley es burlada y procura el placer, el hedonismo y los negocios de aquellos que detentan el poder.
La declinación de la ley en el seno de la familia, siendo ésta una célula de la que se compone el tejido social, se transmite a la sociedad toda. Podemos preguntarnos si el problema viene de las esferas del poder y embebe el tejido social, o si es éste el que lleva la corrupción al poder. Pienso que la responsabilidad es de los "padres", los hijos tienen su ejemplo y en la medida en que éstos no ejercen la legalidad, los hijos se encuentran sometidos al principio del placer y no del deber. ¿Qué confianza podemos depositar en nuestros padres de la patria si la experiencia nos enseña que no se sujetan a la ley que exigen cumplir? Una vez instalada esta situación se establece un juego dinámico entre un nivel y otro realimentándose.
Si en una sociedad la ley cae, es porque las figuras encargadas de legislar están ausentes. Si tenemos la corrupción desde lo alto del poder, si quien preside, si aquellos que tienen que ser padres de la ciudadanía, aquellos que tienen que erigirse como ejemplo son corruptos y no obedecen a la ley, todo el tejido social se baña con la misma característica. Las instituciones -como equivalente paternos- deben proteger, aún a pesar del malestar que generen, del caos y del goce que imperarían sin la dimensión legislante que imponen.
Sin ellas el sujeto queda atrapado en un deseo sin ley, que lo conduce al grado cero de una subjetividad sin un marco sublimatorio en el cual desplegarse.
En el país no hay legalidad y eso lo prueban los innumerables delitos que se cometen desde el poder y que no son sancionados pues los encargados de hacerlo están en complicidad con quienes los cometen. No hay justicia o por lo menos no hay una justicia equitativa que condene tanto a los poderosos como a los que no lo son.
Si los encargados de mostrarnos un camino, si los padres o los prohombres que deberían ser quienes nos gobiernan ofrecen un modelo corrupto y la teoría es de "sálvese quien pueda" ¿cómo no va a proliferar el delito en todos los estratos sociales? Si las figuras con las que nos deberíamos identificar se encuentran comprometidas en un asalto al poder y a una concepción hedonista, narcisista, del ejercicio del mismo ¿cómo podemos pedir a los gobernados una conducta ética, legal?
(*) Psicoanalista


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