| | Análisis: Expectativas moderadas para el año que se inicia
| Susana Merlo
El inicio de algo nuevo, incluido un año, generalmente conlleva expectativas positivas. Se espera que lo malo desaparezca, se corrija y que lo bueno se acentúe. En el caso del campo, y en este cambio de año en particular, si bien se "desea" que las cosas mejoren, las previsiones más lógicas inclinan la balanza más hacia el lado de la cautela que el de la euforia. De hecho, si se toma como punto de partida el cierre del período que se está produciendo en materia impositiva, por ejemplo, habría que afirmar que lo que viene no es bueno. Tanto los incrementos de alícuotas de algunos gravámenes, como la falta de adecuación de otros a las nuevas reglas económico-financieras que imperan en el país, determinan un saldo netamente negativo. El campo volvió a perder, retrocedió incluso respecto a otros sectores que lograron "exportarle" su propios problemas, tal el caso de la rebaja a 10,5% del IVA granos. Pero aún así, la expectativa es que las cosas mejoren tras el vertiginoso 2002 que va quedando atrás y que no dio respiro. A los abruptos cambios en las reglas de juego económicas se sumaron la rotación de funcionarios, la reaparición de las retenciones, el surgimieno del Ministerio de Producción que subordinó a la Secretaría de Agricultura, la postergación de obras de infraestructura, la caída de la importación de insumos y equipamiento mientras aún no estaba armada la provisión nacional, y muchas otras cosas. La iliquidez de la plaza, a su vez, golpeó por dos vertientes: la falta de crédito para producir y el significativo achicamiento del consumo que, en el caso delas producciones que no tienen una fuerte base exportadora, como la soja o los aceites, los obligó a reducirse, a algunos, hasta la desaparición. Mientras, la inestabilidad, las permanentes pruebas, marchas y contramarchas tratando de salir de problemas que no habían sido previstos con la debida anticipación, también recortaron las posibilidades del sector al no permitirle programar con el tiempo mínimo, u obligándolos a cambiar sobre la marcha. Hubo hechos positivos. La licuación de buena parte de los pasivos bancarios compensó, parcialmente, la descapitalización de las empresas. Naturalmente, los que no tenían deudas no registraron este beneficio. La suba de los precios internacionales de algunos granos, se contabilizó a favor, junto con la recuperación de más de 50 destinos para la carne vacuna argentina tras el prácticamente cierre total de los mercados durante el año 2001. La "guerra de los agroquímicos" que, en realidad, englobó a todos los insumos en la disputa acerca de si lo adeudado a enero estaba en pesos o en dólares provocó un desgaste adicional que insumió casi seis meses, y cuyos resultados comenzarán a verse con la cosecha de trigo que ya comenzó a levantarse. Todo esto (y algunas cosas más), en un contexto fuertemente político que difirió ciertas decisiones y condicionó otras, y co un factor común a todos: un efecto Niño que en muchos momentos de este año que está terminando, se erigió en el tema excluyente, relegando todo lo que no fuera clima a un segundo plano y que, lamentablemente, todavía no cesó en su efecto. Aún así, los deseos y la esperanza son que el 2003 traiga paz y tranquilidad a todos los argentinos, y que el campo pueda finalmente mostrar todo su potencial.
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