La Ruta de la Plata es una vía de origen romano concebida en la antigüedad como una "vía lata", o "vía ancha", que une de norte a sur las regiones españolas del oeste, y que en documentos antiguos aparece como el camino por el que los pastores llevaban, de pastura en pastura, a los rebaños trashumantes.
Desde Sevilla en la Andalucía del sur, hasta la norteña Gijón de Asturias, la Ruta de la Plata fue además vía comercial, minera y militar. Por ella los hombres intercambiaron comercio y cultura, y cuando llegó el ferrocarril le otorgó aún más pujanza.
Ahora, convertida en recorrido turístico, gran parte de esta ruta -en total 800 kilómetros- coincide con la carretera Nº 630, que lleva al viajero hacia el pasado histórico y arquitectónico de Andalucía, Extremadura, Castilla y Asturias.
Sincretismo cultural
En Sevilla, la ciudad andaluza por excelencia, la antigua Hispalis dueña de un absoluto sincretismo cultural, existe una catedral con una torre famosa, la Giralda, un barrio tan oscuro y alegre como el de Santa Cruz, y una isla, la de la Cartuja.
Muy cerca se yerguen las ruinas de Itálica, vieja ciudad de la Bética romana, y después Zafra y Mérida, a orillas del Guadiana, y más allá Cáceres -en Extremadura- la ciudad amurallada de serena belleza estilística. Y Plasencia con sus barrios medievales y la judería de Hervás, ya cerca de la castellana Bejar.
La ruta está llegando a Salamanca, la cuna de las grandes universidades europeas, y un poco más al norte aparece Zamora y su deslumbrante patrimonio arquitectónico de templos románicos y palacios medievales.
El viajero ya recorrió tres ciudades castellanas y aún tiene por delante otras tres. Benavente, atravesada por lagunas y cultivos de cereales rubios; Astorga y su Palacio Episcopal, un diseño del catalán Gaudí, y León, capital del antiguo reino del mismo nombre.
Genuino estilo románico
En León hay tres construcciones que no pueden obviarse: San Isidoro, de genuino estilo románico; San Marcos, un antiguo hospital de peregrinos convertido en parador, y su catedral, la joya universal del gótico.
La ruta ya se adentra en Asturias, la última de las cuatro regiones que atraviesa, y lo hace por Pola de Lena, para luego seguir hasta Oviedo, la bellísima capital asturiana. Y sólo falta recorrer el último tramo para deslumbrarse con el mar que acaricia las costas de Gijón.
El mar visible al sur de Sevilla aparece en esta ciudad edificada al pie del monte Naranco, que alguna vez fue amurallada por Alfonso II y liberada por su propio dinamismo.
Los muros cayeron cuando fue necesario destruirlos para levantar nuevos barrios al comienzo de la explotación minera, allá por 1886, una actividad que le mostró al mundo los mineros asturianos luchando por reivindicaciones laborales.