Un millar de rosarinos protagonizó anoche un cacerolazo en el Monumento a la Bandera, en sintonía con las movilizaciones que se realizaron en todo el país con motivo del primer aniversario de la caótica caída del ex presidente Fernando de la Rúa. La consigna "que se vayan todos" volvió a ser el leit motiv de la convocatoria, que desnudó una ausencia clave si se traza un paralelo con lo ocurrido 12 meses atrás en el mismo escenario: la clase media independiente.
Concretamente, la movida se sustentó en las asambleas barriales y populares y los partidos de izquierda y piqueteros. Poco antes de las 19, una discreta presencia policial custodiaba los alrededores del Monumento y el Concejo Municipal. Más tarde, un camión con efectivos de Gendarmería se detuvo cerca de la zona de barrancas del río Paraná, lugar del que nunca se movió.
Los primeros en llegar fueron los asambleístas barriales. "Nos reunimos para que se vayan todos, bajo esta consigna que nació el 20 de diciembre de 2001", explicó una mujer. Otra, consultada sobre el menor nivel de adhesión de la clase media, retrucó: "Hay un grado de participación más grande. Existen cientos de organizaciones en lucha para resistir este modelo de exterminio".
Luego arribó una columna del MST, con su correspondiente bandera y entonando el clásico "que se vayan todos, que no quede ni uno solo". Los militantes intentaron arrancar con el cacerolazo, iniciativa que se diluyó a los pocos minutos. Es que los asambleístas estaban esperando al grueso de los participantes. Sólo había 150 personas y algunas ollas todavía dormían envueltas en bolsas de nylon.
Al ritmo de las ollas
Poco a poco fueron apareciendo más estandartes de las distintas asambleas: Ovidio Lagos al 1200, Monumento, San Martín y Ayolas, 27 de Febrero y Moreno, plazas López y Bélgica, Arroyito y Manuel Belgrano. También un cartel con la foto de Claudio Pocho Lepratti, con la leyenda "murió para vivir". Cerca de las 20.30, alguien gritó "aguante" y las cacerolas comenzaron a sonar.
En ese momento irrumpió la columna del Polo Obrero, integrada en su mayoría por jóvenes y mujeres, quienes cantaban: "Qué cagazo, piquete y cacerola, para un nuevo Argentinazo". La concurrencia fue in crescendo.
Pero no hubo empatía desde los balcones de los edificios de la zona o los autos que pasaban a toda velocidad por la avenida Belgrano.
"Nos cuesta reunirnos cada vez más", admitió una asambleísta de La Florida. Y esa menor participación se puso de manifiesto en la convocatoria. "La gente tiene demasiados problemas, está muy golpeada por la crisis y no hay tiempo para juntarnos", intentó justificar un activo participante de los encuentros en el Monumento.
"Es lógico que, luego del furor del principio, se haya reducido el número de gente", reconocieron, aunque aseguraron que los que todavía se siguen convocando "están comprometidos con su propia realidad y no persiguen objetivos ambiciosos e inalcanzables", como ocurriera desde el mismo momento de la gestación de las asambleas.
Si bien continúa la prédica del "que se vayan todos", que se volvió a sentir a viva voz, saben que eso quedó en un mero reclamo y apuestan a "propuestas superadoras", según sostuvo un miembro de la asamblea de San Martín y Ayolas.
En tanto, Patria Libre y Coad aportaron su gente. Y hasta hizo acto de presencia el Toti, líder de los ruidosos ahorristas rosarinos que cayeron presos del carralito financiero, quien aporreó incesantemente una olla con su característica mano enguantada.
"No nos conforman con el vaso de leche, exigimos que nos devuelvan la vaca robada", se pudo leer en otro cartel. De fondo, cacerolas, bombos y aplausos marcaban el ritmo. Por el lugar también se hicieron ver Juan José Sisca (Apyme), Juan Milito (Centro Unión Almaceneros) y los curas de la Carpa de la Resistencia.
A las 21. 10, los manifestantes comenzaron a entonar el Himno Nacional. Parecía el final de la convocatoria. Pero, minutos después, descendió por calle Córdoba la columna del "Hormigazo", encabezada por tres réplicas en cartón y papel de los laboriosos insectos.
Según explicaron los manifestantes, que venían de participar de otro acto en la Plaza del Che, "las hormigas (que representan al pueblo) siguen avanzando y tienen hambre".
El mismo escenario que, mientras se oficializaba la renuncia de De la Rúa, aglutinó a unas 5.000 personas, volvió a reflejar ayer que la clase media independiente, por diversas razones, optó por continuar con sus tareas y dejar las cacerolas en la alacena.
Frente a esto, otra de las asambleístas sostuvo que, "si bien es cierto que hoy (por ayer) no convocamos a la misma cantidad de personas que el año pasado, varios de los que estamos acá nunca habíamos militado en ningún partido político y, a partir de las asambleas, aprendimos a movilizarnos por nuestros propios derechos".
También se reflejó que el "piquete y cacerola, la lucha es una sola", no termina de convencer. Es evidente que hay resistencia de los asambleístas de vincularse con otros movimientos políticos.
"Entre las asambleas hay una muy buena relación porque se respeta la pluralidad de opinión, cosa que no ocurre con los partidos políticos, donde no se admite ninguna clase de diferencia", dijo uno de los convocados para graficar ese distanciamiento.
A las 22.10 comenzó la desconcentración. Mientras los asambleístas intercambiaban saludos, una columna de manifestantes tomó por calle Córdoba con destino a la Carpa de la Resistencia instalada en la plaza San Martín. La postal del adiós fue significativa: un lienzo negro con el rostro de Lepratti pintado en blanco era iluminado por la luna llena que se recortaba sobre las islas.