| | Editorial Huertas, arma contra la pobreza
| En el marco de la inédita crisis que aflige a los argentinos, ciertas noticias contribuyen a disipar por un momento la preocupación colectiva. Se trata de informaciones vinculadas con el encuentro de una salida del largo túnel, con una respuesta, en síntesis, efectiva e imaginativa a circunstancias asfixiantes pero que pueden ser vistas, al mismo tiempo, como una oportunidad para renacer. Ese fue el caso de la divulgación en la edición de La Capital del martes pasado de que Rosario se convirtió en la ciudad líder de las huertas urbanas, con quinientos setenta y dos emprendimientos ya instalados que dan trabajo a aproximadamente cinco mil familias. La conclusión a extraer de tan halagüeño dato es sencilla: simplemente, la urbe se ha erigido en ejemplo a nivel nacional. La grave situación que disparó en el país la continuidad de un modelo económico equivocado hundió en la más profunda pobreza a numerosas familias, que se vieron privadas de su fuente de trabajo y cayeron lentamente en un abismo. La palabra hambre, que hasta entonces parecía imposible de pronunciar en la Argentina, encontró por primera vez un concreto -y terrible- correlato. Las huertas urbanas deben ser vistas como una réplica decidida a ese drama. En Rosario, además, a su utilidad directa como proveedoras de alimentos se le debe agregar la red de comercialización y actividades asociadas que las potencia y complementa. En esa cadena, el eslabón más valioso acaso esté constituido por las ferias comunitarias recientemente abiertas en la ciudad, situadas en Corrientes y el río, frente a Villa Hortensia y en la intersección de Arijón y Oroño (se inaugura precisamente el próximo domingo). Los productos que caracterizan a estas huertas son de calidad, ya que el modo artesanal de producción permite hablar de verduras "orgánicas" -es decir, carentes de plaguicidas y otros aditivos-. Pero más allá de lo material, su valor es darle sentido a la vida de muchas personas a las que una cruel realidad agobiaba. Ahora -en contraposición con un cercano pasado- son útiles, a sí mismas y al conjunto de la sociedad. La lección fue aprendida.
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