Año CXXXVI
 Nº 49.695
Rosario,
lunes  16 de
diciembre de 2002
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Música / Crítica
Una noche para transpirar blues con Memphis

Orlando Verna / La Capital

¿De dónde sacan fuerzas estos tipos para seguir tocando juntos después de 25 años? Del blues, dicen los expertos. Entonces, ¿qué es el blues? Un estado de ánimo, dicen los románticos; un modo de vida, dicen los pragmáticos, todas definiciones que le caben perfectamente a Memphis, la Blusera y, por supuesto, a su ícono máximo, el vocalista Adrián Otero. La banda se presentó el viernes en el teatro Broadway, dejó contentos a las 1.500 personas que la aplaudió de pie y reivindicó que el blues es eso que está ahí cuando la música inspira y eriza la piel.
Tras una ausencia prolongada de las salas rosarinas, Memphis se internó en su historia y alimentó la idea de un final demasiado lejano. Allí hay mucha tela para cortar, una imagen atendible por las dimensiones del traje blanco sin apresto de Otero, sensual en su gordura y machista en su exposición pública. Si hasta osó quitarse la camisa que oculta varios años de excesos, luego de mimar a las mujeres presentes con "La flor más bella", recordar que siempre es tiempo para "La revolución" y reirse de los intelectuales a través de "Sopa de letras".
Como una especie de tributo a un histórico como el saxofonista Emilio Villanueva -"nuestro padre fundador", lo califica Otero-, "Tonto rompecabezas" se inició con un solo de vientos e hizo que el vocalista muestre lo mejor de sí: un fraseo pasional, una extensa experiencia personal y un gran presencia escénica. Tras dedicarle "Un montón de nada" a los enamorados presentó un tema especial. "El primero que compusimos cuando no teníamos ni instrumentos eléctricos", narró para salir ovacionado al interpretar la banda los primeros acordes del "Blues de Rosario".
"Nunca tuve tanto blues" difícilmente pueda ser cantado por otra persona que no sea Otero. Le sienta casi biográfica y lo hace vociferar toda su personalidad. A eso se sumaron los punteos que Lucas Sedler le arrancó a su guitarra y el resultado fue extraordinario. La montaña de vítores pareció inigualable, pero faltaba más.
El grupo atomizó su tronar musical con el acompañamiento de cientos de voces tarareando "Moscato, pizza y fainá", un clásico de clásicos que antecedió a "Se necesita" con su tradicional juego de palabras. Las sonrisas dibujadas entre el público se transformaron en pura alegría al sonar "La bifurcada" y dar paso a un solo de batería arrollador de Marcelo Mira.
Allí terminó el show, inesperadamente, pero el público no estaba dispuesto a entregarse tan fácilmente. Primero no se puso de acuerdo si interpelaba a la banda con el "Rosario no se va" o con el "Oh, oh oh oh oh", señal inequívoca de haber faltado en los últimos tiempos a ritos rocanroleros con éste. Luego coreo el nombre del grupo y no hay quien se resista al llamado de la gente. El primer bis fue "Malos pensamientos" y dejaron para el cierre un himno, "Rodar o morir", quizás el testamento de esta banda que refresca la música argentina con su tono porteño, su impronta barrial y su innegociable honestidad.
Aunque tanta emoción no era para desperdiciar y cuando algunos ya encaraban calle San Lorenzo las luces del escenario se volvieron a encender. "Nena seguí de largo" desató la euforia y modeló un recital de antología, donde no faltó ni calor ni color ni olor a blues. Ese que transpira Otero, Memphis y todos sus fans.



Otero, un cantante que monta en un fraseo pasional. (Foto: Hugo Ferreyra)
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