El comerciante se dirige al líder espiritual de su comunidad, preocupado por decires que lo afectan. "Todos dicen que voy a quebrar pero yo soy solvente", le comenta compungido. Piadosamente lo mira el anciano y le dice: "Hijo mío, si todos dicen que vas a quebrar, entonces vas a quebrar".
La enseñanza que plantea el antiguo cuento no está dada por la conclusión lineal de la experiencia del mercader. Si entre todos sus clientes se expande la desconfianza, es obvio que a poco andar se quedará sin estos. La quiebra sobrevendrá, inexorablemente, por añadidura cuando ya nadie le compre, tal como se lo dijo el maestro.
El dilema es cómo enfrentar la desconfianza antes que acontezca la catástrofe. En ese dilema parece atrapada la Argentina de los últimos años, su clase dirigente, el pueblo entero. Respecto del mundo la Argentina es el comerciante caído en desgracia, sin que haga falta abundar en la parábola. Demasiadas voces descalificatorias se han alzado y el dedo acusador sigue levantado.
En cuanto al gobierno nacional y los políticos en general vale tal vez el intento de una reflexión un poco más extendida. Cuentan con niveles de credibilidad históricamente bajos. Y no saben cómo revertir ese aislamiento profundo que hace pendular sus actos y gestos entre deslegitimación que conlleva la indiferencia social y el rechazo puro y llano que licúa el poder de modo traumático.
Los fundamentos de la desconfianza
Puesto que no hubo para el comerciante una receta que le pudiera dar el líder de su comunidad es fácil de deducir que la enseñanza que pretendió transmitirle es que debía valerse de por sus propios medios de convencimiento. Pero es aquí donde el cuento difiere de la política real y tangible. Aun a riesgo de pecar de generalización, en la Argentina hicieron mérito suficiente quienes hoy se ven sometidos a la duda y la sospecha.
Las grandes democracias del mundo asientan su estructura político institucional, generalmente, en el bipartidismo. Hoy en nuestro país uno de los pilares históricos de su sistema democrático no sólo convoca a sus afiliados sino a todos los ciudadanos que sin estar expresamente identificados con otra divisa política quieran participar en la elección de su fórmula presidencial. Nunca como hoy una elección interna nacional de la Unión Cívica Radical ha llegado en medio de tanta frialdad de propios y extraños. Sorprende en primer término el desapego de sus militantes y la resignación de una dirigencia que parece asumir, al menos en la provincia de Santa Fe, el convencimiento de un desatino.
La esencia de las confrontaciones
Cuando en el libro de Lewis Carroll, Alicia le pregunta al gato Cheshire cuál era el camino más corto, éste le responde magistralmente: "Depende dónde quieras llegar, según donde estés". Una confrontación interna por principio es siempre saludable. Importa que existen varias ideas y éstas se exponen a que decida el afiliado, en tanto soberano elector de sus representantes. Pero cuándo éstas no han sido eficazmente comunicadas, sus matices las hacen contrapuestas o los interlocutores no están dispuestos a escucharlas ya no es el qué hacer del mercader que se han venido preguntando los radicales desde que su segunda gestión de gobierno fracasara y se instaurará la idea generalizada de que no saben gestionar la administración. Hay una ley de hierro que todo político debería tener presente siempre: si los demás no advierten la esencia de una confrontación, por sublime que ésta sea, sólo ven en ella una pelea imposibilitados de merituar intereses e intenciones.
Es el cómo de Alicia, la búsqueda del camino acertado para llegar más rápido a destino -que es lo que siempre en todo orden buscamos los seres humanos- y con el menor riesgo de contratiempo. ¿Es la interna el camino más corto de la UCR? Más allá de de posturas principistas, ¿cómo remontarán los radicales una interna si ésta se caracteriza no ya por una escasa afluencia de afiliados a votar sino de los independientes a los que estarán obligados a seducir para la general? ¿No se alarga así el camino? \Para los radicales de la provincia de Santa Fe la cuestión ha de ser, seguramente, un quebradero de cabeza. Con el ejemplo demasiado cercano de lo mal que lo está pasando la administración que bajo ese signo conduce el entrerriano Sergio Montiel y en las vísperas de definiciones que tendrán que adoptar en la provincia, más temprano que tarde, a la hora de afrontar el proceso de renovación para cuando Carlos Reutemann desaloje la Casa Gris el 10 de diciembre próximo.
Existe en muchos el convencimiento de que una interna abierta es el preanuncio de una elección general. Que en ella se visualizan las fortalezas y debilidades de los candidatos para el universo total del electorado. En la provincia de Santa Fe, donde una enmienda a la ley de lemas acaba de dificultar la siempre trabajosa opción de una alianza, el socialismo parece dispuesto a ocupar espacios que el propio radicalismo ha cedido y el PJ, que considera a la UCR su aliada de hecho, pero no le otorga el papel de adversario, ¿si hoy los independientes santafesinos dan la espalda a los precandidatos nacionales radicales, ello es un preanuncio para las provinciales? \De ese modo la interna nacional para los radicales de Santa Fe podría ser el contratiempo sobreabundante cuando requieren de espacio para volver a posicionarse en una escenario en el que Carlos Reutemann ya, definitivamente como revelara ayer La Capital, carecerá del aura de presidenciable de la que tanto provecho ha sacado.
Habiendo tomado reaseguros electorales, previendo un presupuesto flexible que le permita mantener la economía santafesina sin mayores sobresaltos (el endeudamiento en todo caso será un problema diferible al sucesor), con la finalización del Rosario-Victoria como obra pública emblemática que podría suplantar la imposibilidad de otras menores, y un gabinete integrado con segundas líneas -incluso se desprendió de su subsecretario de Seguridad Pública, Enrique Alvarez, acaso el hombre más irritativo que el gobierno tenía frente a amplios sectores de la sociedad-, Reutemann se apresta a transitar el último año de gestión poniendo a su administración en piloto automático. La pregunta es: ¿para qué? O en todo caso, ¿a qué dedicará su tiempo y esfuerzo el mandatario? \¿Cómo hará el peronismo para retener la gobernación sin Carlos Reutemann de candidato? Este interrogante debería ser suficiente aliciente para la oposición que sabe del peso del nombre del gobernador en las boletas peronistas. Y saben también que desde hace más de una década ha sido insertarlo con letras bien visibles el principal desvelo de los peronistas.
Que gane el que queremos
Jorge Obeid, un peronista que dice meditar en serio su candidatura a gobernador, suele contar que en 1972, cuando vivió un tiempo en Gaspar Campos, espiaban a Juan Perón en su escritorio intrigados de verlo a diario analizar mapas. Una tarde en las que el viejo líder salía a conversar con los integrantes de la JP, Obeid le preguntó qué eran esos mapas. "Son los de la interna radical", le dijo en medio de una carcajada. Cuándo le preguntaron qué tenía que ver con el peronismo, Perón les respondió: "¿Cómo qué tiene que ver? Para nosotros es sumamente importante saber si quien gana importa o no un peligro y, en todo caso, ayudar a que gane el que nosotros queremos".
Duhalde está más preocupado por lo que hace Menem o en su defecto Carrió. Dicen que le volcará ayuda al candidato radical que lo ha venido ayudando a él, Leopoldo Moreau. Reutemann mira las encuestas en las que aparece Hermes Binner. Resulta difícil pensar que alguno de ellos u otro peronista hayan dedicado las últimas horas a analizar la interna radical por la peligrosidad de algún eventual triunfador de hoy. Mientras el menemismo dejó al país como Alicia sin saber para dónde ir y sin tener siquiera un gato que la ayude, el radicalismo contribuyó a que el camino sea el más largo y tortuoso.
Como con el comerciante del cuento, la ciudadanía afirma que lo que saben hacer bien los radicales es ser oposición y que el juego que mejor juegan es el de la interna.
"Para nosotros, las elecciones generales son las preparatorias para las internas" le dijo una vez Raúl Alfonsín al ex fiscal de Investigaciones Administrativas Ricardo Molinas. Así les está yendo a los radicales: todos dicen que van a quebrar.