Año CXXXVI
 Nº 49.694
Rosario,
domingo  15 de
diciembre de 2002
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Reportaje al periodista español
Ignacio Ramonet: "La crisis puso un freno a la globalización"
Para el director de Le Monde Diplomatique la situación argentina demostró el fracaso del neoliberalismo

Julieta Grosso

El periodista y ensayista español Ignacio Ramonet, discípulo de Roland Barthes y director del semanario francés Le Monde Diplomatique, destacó que así como el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York marcó el fin de un ciclo geopolítico, la crisis argentina desatada el 19 y 20 de diciembre del año pasado representa un freno radical a la globalización.
Ramonet, que estuvo en la Argentina para participar de un foro organizado por la revista Tres Puntos, es uno de los intelectuales más citados de los últimos años, en especial a partir de la circulación que ha tenido su noción del "Pensamiento único", un concepto acuñado para describir la hegemonía de las ideas neoliberales sobre la agenda temática de fin del siglo XX.
Autor de obras como "Un mundo sin rumbo", "La tiranía de la comunicación", "La golosina visual", "Geopolítica del caos" y el flamante "Guerras del siglo XXI", el periodista es doctor en Semiología e Historia de la Cultura de la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales de París y dirige Le Monde Diplomatique, semanario que distribuye 1.200.000 ejemplares en casi 20 países, entre ellos la Argentina.
-En una entrevista reciente usted dice que la crisis argentina puede equipararse con la caída del Muro de Berlín ¿Cómo se lee esta simetría?
-La caída del Muro de Berlín significó realmente un traumatismo geopolítico considerable. Hoy en día todo el mundo sabe que eso significó el final de la posguerra, el verdadero final de la segunda guerra mundial, el final de la guerra fría y también el final de la experiencia del socialismo de Estado que había empezado con la revolución bolchevique en 1917.
Diez años y un mes después, exactamente el 19 y el 20 de diciembre, se derrumba la Argentina, un país que había servido de laboratorio integral a las tesis neoliberales, porque ningún otro país del mundo ha aplicado el neoliberalismo con tanta radicalidad cono la Argentina: en ninguno se ha privatizado tanto como se privatizó aquí, en ninguno se le quitó tanto al Estado como aquí, en ninguno se destruyó tanto el Estado de bienestar como aquí.
De igual manera que el derrumbe del Muro de Berlín demostró que no funciona el socialismo dogmático y autoritario, el derrumbe de Argentina demuestra que el neoliberalismo radical y dogmático tampoco funciona. Por eso, creo que a partir de la crisis argentina se puede sacar una lección internacional.
-¿Cómo se vincula la crisis argentina con otros acontecimientos de impacto mundial?
-Así como la caída del Muro del Berlín arrastra el derrumbe de la Unión Soviética y luego la Guerra del Golfo -los tres acontecimientos que marcan la salida del siglo XX-, no hay que olvidar que el derrumbe argentino se produce apenas tres meses después que los atentados a las Torres Gemelas en Nueva York.
Si bien no hay ninguna relación entre estos dos hechos, se puede subrayar una simetría notable: del mismo modo que el 11 de septiembre marca el fin de un ciclo geopolítico, la caída de la Argentina representa un freno radical de la globalización.
A partir del caso argentino, podemos decir que la globalización sigue siendo la dinámica más importante del mundo, pero ya no avanza con la misma velocidad que antes, porque se han producido una serie de consecuencias que han modificado el ritmo de esta globalización y la naturaleza misma del fenómeno.
Por otra parte, como consecuencia de lo que implica la crisis argentina, hoy por ejemplo ya nadie vota por un candidato neoliberal: basta ver las recientes elecciones en Ecuador, donde perdió de manera estrepitosa el candidato neoliberal, o las elecciones en Brasil, donde nadie votó a los candidatos de esta extracción sino a Lula Da Silva, que prometió una reforma social.
-En su libro "Un mundo sin rumbo" usted vaticina para el siglo XXI un escenario signado por la desorganización, el caos y la anomia. Frente a este último aspecto, ¿cómo evalúa las declaraciones del presidente George Bush acerca de implantar los valores norteamericanos al resto del mundo?
-No creo que Bush pueda ni quiera volver a establecer un orden americano, porque eso significaría acometer una empresa que profundizaría la miseria, el hambre, la injusticia y la enfermedad. Probablemente, lo que él quiere es imponer lo que se llama la paz americana, es decir, una especie de concepción seguritaria en la que no quede margen para protestar por nada.
-Más allá de Bush, ¿cómo se entiende la actitud de la sociedad norteamericana de resignar tantas conquistas sociales en materia de derechos civiles que se consiguieron en los 60?
-Los norteamericanos parten del principio de que lo que les ocurrió el 11 de septiembre, les da derecho a hacer cualquier cosa. El mecanismo que se ha puesto en marcha es un mecanismo de revancha y de venganza, no sólo con respecto a algunas sociedades del mundo, sino de revancha también en materia de política interna, que se trasluce en la supresión de ese espacio de libertad conseguido en los 60 y 70 durante los movimientos por las libertades sociales y los derechos cívicos contra la guerra de Vietnam y a favor de la emancipación de la minoría negra.
-¿Cree que es posible, como sostiene el historiador Jeffrey Williamson, abandonar el proceso de globalización?
-Yo no creo que eso sea posible hoy. En la propia administración norteamericana hay una nostalgia de querer regresar al orden anterior. Pero si observamos una cartografía de los años 50 vemos que la mitad no se había colonizado y hoy en día la situación es totalmente diferente.
Por otra parte, desde el punto de vista de los cambios que se han producido estamos en un universo tecnológico totalmente diferente de aquella década. Los 50 eran la apoteosis de la era industrial mientras que hoy estamos saliendo de ella, si no hemos salido ya, para meternos de lleno en una era digital.
En tercer lugar, la economía de los 50 era esencialmente industrial, mientras que hoy es financiera: la mayoría de los países desarrollados se han desindustrializados. Estamos en un universo completamente diferente y la globalización es un fenómeno específico actual, de curso inevitable. (Télam)



"La globalización sigue siendo la dinámica más importante".
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