Con los sentidos haciendo equilibrio entre las necesidades de turno, llámese bajarle la persiana a la temporada con un promedio menos traumático que el actual, Argentino jugó ayer contra sí mismo más que contra Defensores de Cambaceres. Y en esa carrera psicológica que se animó a correr, el equipo de Taffarel sólo la emprendió hasta que tuvo combustible en el tanque, porque después cayó en la redundancia de sus reconocidos problemas futbolísticos y terminó perdiendo por un penal que le cobraron a cuatro minutos del epílogo. Si bien esta derrota complica en demasía desde la vereda aritmética -Argentino está cada vez más sumergido en el descenso-, en el andarivel dedicado al rendimiento puede sintetizarse que fue más de lo mismo. Como lo hicieran durante todo el campeonato, los salaítos fueron consecuentes con esa instancia de sustentar su búsqueda merced a un juego vedado de inteligencia. Entonces, bastó que los visitantes se percataran de esa falencia ofensiva para que administraran con usura la conveniencia que le ofrecía el resultado. Precisamente haciéndose eco de estas ventajas, Casado siempre inauguró algún resquicio para habilitar a Portillo y exigir al Gringo Campestrini. Ocurrió por ejemplo a los 53 minutos cuando el ex arquero de Central se jugó la vida en una doble atajada frente a Portillo. Ante este panorama, lo que más le costaba a Argentino era desempolvar su postura para equiparar el trámite. Esas señales particulares que deben caer de un equipo que está obligado a quedarse con los puntos pero que no está haciendo demasiado para obtenerlos. Recién en el complemento, Taffarel intentó despabilar a sus dirigidos con los ingresos de Genesio, Laviano y Rubio. Conclusión: los locales siguieron convertidos en un remedo del equipo que disolvió con autoridad a Tigre hace una semana en Victoria. Su funcionamiento colectivo seguía fuera de servicio ante el perseverante trajín del conjunto de Ensenada. Hasta que esa desesperación le jugó una mala pasado en el resultado. El movedizo Quillutay aprovechó las grietas que dejó la defensa salaíta, madrugó a Iriarte por el sector izquierdo y a éste no le quedó otra que cometerle penal cuando el volante encaraba a Campestrini. Lo que siguió fue un trámite, porque Casado tradujo en gol-victoria su remate y alejó el punto con el que se había empezado a entusiasmar Argentino. El veredicto que despide el año de Argentino encontró otra sepultura estadística para sus aspiraciones de zafar de la difícil situación en la que se encuentra. Por lo visto ayer, nada que se contradiga con el pronóstico reservado que su estado futbolístico trasmitió durante casi todo el campeonato.
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