| | Reflexiones Nace otra Unión Cívica
| Rodolfo Terragno (*)
Todo radical es un demócrata. Todo radical defiende el interés nacional. Todo radical es un abogado de la justicia social. Sin embargo, hay una UCR decadente, que no sabe "cómo" alcanzar sus objetivos. Es la UCR del bla-bla-bla, la falta de imaginación y la incapacidad para administrar. Contra eso se rebela una generación de radicales ganadores, modernos y eficientes. Esos "radicales distintos" no reniegan de la UCR del siglo 20, que fue ingeniera de la democracia. Se sienten orgullosos de esa obra, que inició Yrigoyen y culminó Alfonsín. A la vez, ese radicalismo ganador, moderno y eficiente está decidido a que la UCR del siglo 21 sea artífice del desarrollo económico y social. Para eso, la UCR debe volver a ser el "gran partido argentino". Como en sus orígenes, tendrá que constituir una verdadera Unión Cívica: asociar a ciudadanos, de distinta procedencia, que comparten el ideario democrático, nacional y popular, pero están hartos de las oligarquías partidarias. Entre los viejos dirigentes radicales, hay algunos para los cuales la realidad se ha vuelto indescifrable. No comprenden el mundo global, se sienten víctimas de los medios de comunicación, recelan de las ONGs y no saben como ser progresistas en 2002. Desconcertados, sin ideas nuevas, sin proyectos, y sin vocación de triunfo, repiten consignas anacrónicas y pretenden que la UCR sea furgón de cola de algún sector justicialista para negociar "espacios" de poder en ese tren con locomotora ajena. No advierten, siquiera, la profunda crisis que sufre el PJ. Una crisis que no se debe sólo a las disputas personales. El PJ pasó, en los años 90, del populismo al neoliberalismo; es decir, saltó de un error a otro y, al dar ese salto, perdió identidad. El populismo defiende a los más débiles pero termina destruyendo las finanzas públicas. El neoliberalismo controla las finanzas públicas pero fabrica desempleo. Ningún país se ha desarrollado siguiendo tales recetas. Ese cambio del PJ hundió a la Argentina en la peor crisis económica de su historia. El justicialismo impuso, en efecto, una política que rigió durante toda la década, incluidos los 24 meses de la Alianza. El gobierno aliancista, en vez de dar un giro de 180 grados -como yo proponía- siguió la recta trazada por el PJ y -después de apartarme a mí- terminó entregándole la economía a Cavallo: ese mismo Cavallo a quien, en nuestros debates públicos de 1993 y 1995, yo le había advertido que estaba constituyendo una hipoteca ilevantable y generando pobreza. Ahora, hay un puñado de viejos dirigentes que pretende la subordinación política de la UCR a un sector del PJ. Esos dirigentes acompañaron a Duhalde en cada uno de sus errores, y querrían acompañar -desde la primera vuelta- a un candidato justicialista que les asegurase una porción de bienes políticos. Mañana, los afiliados (y los independientes) tienen la oportunidad de terminar con una UCR decadente. Los "radicales distintos" queremos que, con el respaldo de la nueva Unión Cívica, la Argentina deje de imitar fracasos e imite éxitos. Que adopte un modelo industrial exportador, como el que siguieron todos los países que crecieron a gran velocidad, potenciaron sus propios mercados internos, terminaron con la desocupación, elevaron los salarios y dignificaron a su gente. Ese modelo no es populista ni neoliberal. Mañana, los afiliados a las UCR (y los independientes) tendrán la oportunidad de terminar con la UCR decadente y abrir paso a quienes -además de sustentar los valores democráticos, nacionales y populares del radicalismo de siempre- tenemos un proyecto probado en distintas partes del mundo. Todos los países que se desarrollaron en tiempo récord y liquidaron el desempleo aplicaron un proyecto similar al que nosotros propugnamos. Quienes confíen en nosotros no votarán por un plan reducido a los cinco libros en los cuales quedó plasmado. No votarán meros ejercicios intelectuales, sino que darán mandato a radicales decididos. Avalarán la capacidad de gestión demostrada por esos cientos de intendentes exitosos que nominaron a Jaime Linares como mi compañero de fórmula. Apoyarán a gente que, llegada al poder, no se va a caer del potro porque se ha preparado para domarlo. Yo sé que peleamos desde abajo. No soy de aquellos que exhiben las encuestas que los favorecen, y desacreditan las que muestran su debilidad. Sé que (hoy) estamos mal. Pero estamos mal porque la sociedad supone que esa UCR decadente, sin ideas ni fuerza para gobernar, es todo el radicalismo. El lunes la UCR tendrá otros "dueños": la mayoría que nos dará mandato para producir un cambio sustancial y rápido. Todo cambiará a partir de entonces. El radicalismo dejará de aparecer como un grupo de dirigentes confundidos y quejumbrosos que, refiriéndose al 27 de abril, dicen que la UCR podría aspirar, a lo sumo, a "una elección digna". Para mí, sería una indignidad perder con los autores intelectuales y materiales del desempleo estructural, la desnutrición endémica, la deuda impagable, el default festivo, el aislamiento internacional, la peor devaluación posible, la pesificación asimétrica y el fraude a los ahorristas. El radicalismo de base, los independientes, los integrantes de esa nueva Unión Cívica, multiplicarán mis fuerzas para correr hacia el objetivo. El rumbo lo fija el que tiene el timón. Seguro como estoy de mi proyecto de desarrollo económico y social, pugno por el timón de la República. Sé que puedo llevar a la Argentina a buen puerto. (*) Precandidato a presidente de la UCR
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