Año CXXXVI
 Nº 49.688
Rosario,
martes  10 de
diciembre de 2002
Min 18º
Máx 27º
 
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cartas
Por la sonrisa de un niño

Nuestro centro de desarrollo comunitario "Por la sonrisa de un niño" nació hace cinco meses. Somos conscientes de que si gritamos bajo no nos escuchan y si gritamos fuerte corremos el riesgo que algún argentino acomodado y con cargo nos tilde de "quilomberos", sin saber su real significado. "Los esclavos huían a la selva, para no ser explotados, y formaban comunidades. A ellas se les dio el nombre de quilombo". Si nos tildan de esa manera por pelear para no volver a ser esclavos, estaremos orgullosos de serlo. Salimos a pelear por nuestros hijos, que se desnutren día a día. Vemos a los chicos, que no poseen apellido que suene bien en los oídos de las altas clases, ¡cómo en pleno invierno van casi descalzos a las escuelas! Entonces, los padres salimos a pedir lo que ya de antemano sabemos es un no rotundo: no a la vestimenta, no a los medicamentos, no a la enseñanza, no, y no y no. Y sabemos que sólo unos pocos de los nuestros tienen acceso a todas estas cosas esenciales en la vida del hombre. Nuestro centro nació a raíz de tanta injusticia y a tantas demandas no satisfechas, entonces hombres y mujeres con orgullo argentino nos pusimos los pantalones y olvidándonos de viejos prejuicios (como barrer era de mujeres, limpiar una plaza sólo de hombres, etcétera) e hicimos una descentralización a Promoción Social, a la provincia, a la Municipalidad y desarrollamos trabajos, según nuestra autogestión. Alquilando locales casi inhabitables que deben albergar a jefas y jefes de familias desocupados, para poder devolver la contraprestación que el gobierno nos impone. No estamos en contra de esta contraprestación, sólo que queremos un trabajo digno. Creemos que nuestros hijos y nosotros mismos nos merecemos una Nación con un poder político que nos ayuden. Que no nos den la espalda a tanta necesidad y miseria. Los jefes y jefas de este centro pertenecemos a una clase media desaparecida, que ha descendido de nivel y más abajo no puede caer. Salimos a desarrollar una contraprestación que nos une a todos por igual, con el deseo en común de que queremos trabajar. Nuestra huerta comunitaria no es un modismo. Nos salva en momentos que no tenemos qué llevar a la mesa. No hacemos piquetes. Sabemos que sin trabajo no se levanta un pueblo herido. Sabemos que el trabajo dignifica. No hay progreso sin trabajo. Por eso pedimos que no nos den la espalda y nos ayuden con lo que se pueda: ropa, muebles, herramientas, telas, calzados, mercaderías, maderas, etcétera. Dirigirse a Analía Graciela Vargas.
Centro de Desarrollo por la Sonrisa de un Niño, Iriondo 4239


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