Año CXXXVI
 Nº 49.688
Rosario,
martes  10 de
diciembre de 2002
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Música / Crítica
Charly García tocó sin alma en un show que decepcionó al público

Pedro Squillaci / La Capital

Calificación: **
Músicos: Charly (teclados y voz); María Gabriela Epumer (guitarra y voz); Kiuje Hayashida (guitarra); Carlos González (bajo) y Antonio Silva Peña (batería).
Lugar: Anfiteatro municipal Humberto de Nito

Charly García es como un boxeador campeón del mundo que ya no tiene rivales. Y, por lo tanto, nada que demostrar. El escenario es un ring, adonde sube cada vez con más cicatrices, con más llagas en las manos, pero como nadie le disputa el podio no se esfuerza por poner lo mejor de sí para su público, incondicional. Cinco mil personas colmaron el Anfiteatro Municipal la noche del domingo y se fueron mayormente en silencio, con la cabeza baja algunos, y otros insultando por lo bajo. Estaba todo preparado para que García dé todo. Pero ofreció poco, muy poco.
Telón cerrado, 21.10, una introducción de piano y una base rítmica crea un clima expectante. García abría un show a horario con saco rojo, pantalón negro y musculosa amarilla. Con el fondo de "olé, olé, olé, olé, Charlií, Charlií", arrancó con dos temas nuevos: "Dealeando" y "Rehén".
Hasta ahí el sonido fue lamentable. Charly pateó uno de los bafles de retorno y el otro se lo sacaron para evitar más destrozos. Después tiró uno de sus cinco teclados al piso y no lo volvió a usar en todo el show. También pateó unas cuantas botellas de agua mineral, en un gesto que allá por los 70 aparecía como transgresor.
Esto sería un detalle menor si el recital hubiese sido impecable. El espectáculo se dividió en dos partes, que totalizaron una hora y media de música en una veintena de grandes éxitos. Charly tocó sin lista de temas, con sonidistas que se vieron obligados a trabajar al voleo, en desmedro del recital y del respeto a la gente.
La primera parte incluyó (otra vez) "Promesas sobre el bidet" y "Demoliendo hoteles", en versiones desprolijas y con un García cada vez más dependiente de las incursiones vocales de María Gabriela Epumer, algo así como la columna vertebral de su grupo.
La banda chilena, bien gracias. Aunque García haya afirmado que por momentos le recuerda a GIT, sonaron tan tímidos y poco creativos que no sólo se extrañó a Guyot, Iturri y Toth, sino a su floja banda anterior.
El termómetro del espectáculo fueron dos himnos de Serú Girán: "Llorando en el espejo" y "Seminare". "Un aplauso para Serú", pidió García, mientras la gente cantaba respetando la versión del disco y Charly entonaba de a ratos y a su manera. En "Seminare" se insinuó el rito de los brazos en alto y los encendedores prendidos, pero se diluyó de inmediato. Ese tema, con un García iluminado, hubiese sido sinónimo de una fiesta tribal. Pero no.
La segunda parte ofreció como atractivo el estreno de "Telepáticamente", un tema interesante con varios cambios de ritmo, que cuando troca a balada muestra lo mejor de Charly, su sutileza en crear melodías.
Con "Cerca de la revolución", el público se prendió en quizá el momento más emotivo del show, con una banda que recién parecía soltarse. Después vendría "El amor espera" (insólitamente el único tema que tocó de su último disco "Influencia") y "Tu amor", de aquel "Tango 4" con Aznar, en una interpretación que hizo añorar la voz del ex Serú. Una de las pocas sorpresas del show llegó con "Sunshine of your love", de Cream, tras lo cual hizo "Los dinosaurios", en una versión rápida que le quitó el clima original de la canción.
El bis llegó con "Desarma y sangra", "Nos siguen pegando abajo" y "No voy en tren". El final del recital intentó emular aquellos shows de los 80, en que Charly tenía todo calculado y el corte sonaba sin un platillo de más. "Soy el que enciende y el que apaga la luz", cantó García de pie y con brazos en alto. La luz se apagó y todo terminó. La gente se quedó coreando "Confesiones de invierno" con el telón cerrado y con los equipos encendidos. Todo hacía prever que habría un segundo bis, pero no fue así.
El público se fue como si hubiesen perdido el partido con un gol en contra en el último minuto. Charly ya estaba en el ring side curándose algunas heridas. Entre las sogas sólo quedaba un teclado tirado, un bafle desconectado y algunas gotas de transpiración. Sólo algunas.



Un ídolo que no estuvo a la altura de los acontecimientos. (Foto: Enrique Rodríguez)
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