Año CXXXVI
 Nº 49.687
Rosario,
lunes  09 de
diciembre de 2002
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Música / Crítica
El Mono Fontana y su selva de minimalismo

José L. Cavazza / La Capital

El mundo privado del Mono Fontana tomó estado público hace un par de años con su primer álbum solista, "Ciruelo". Una especie de desnudamiento a partir de sonidos tan íntimos como despojados, como un espejo que devolvía la figura de un tipo sensible y en estado natural. Se sabe, el ámbito natural del "mono" es la selva. "Incolumnado", el recital que presentó en el Parque de España, es la segunda muestra de su planeta íntimo, que poco tiene que ver con las bases melódicas y armónicas de la música tradicional. Podría haberse llamado "La selva del Mono Fontana", por su timbre selvático, por su tono a veces minimalista, por su convicción de defender una etnia cuya frontera está entre su cabeza y su corazón. A través de sonidos marcadamente personales, basados en loops, efectos de todo tipo y registros de fuentes no musicales, el tecladista de la banda de Luis Alberto Spinetta desnudó el sonido de su alma, que tiene que ver con el lado menos convencional de la música.
Fontana, que no es pianista sino tecladista, termina convirtiendo a sus instrumentos en una prolongación de sí mismo. El teclado eléctrico, el minidisc, el zip y el discman se funden para formar su propia voz, acompañado magistralmente por las percusiones de Santiago Vázquez, un especie de mago de los efectos sonoros sentado en el suelo que saca sonidos como conejos de una galera, rodeado de instrumentos percutivos de los tradicionales y de otros inventados a partir de juguetes, radios portátiles y otros chirimbolos.
A base de sonidos incidentales, algunas melodías bellas -como "Billiken", "Mudras" y una maravillosa "Shandra"-, bases programadas, grabaciones de voces humanas (sólo murmullos), cantos de pajaritos y croar de ranas, Fontana presenta su propia selva musical. El montaje final suprime la canción tal como se la conoce en la música pop y permite la reinvención de una obra de concepto único y difícilmente fraccionable.



El Mono Fontana encontró la forma de romper las reglas. (Foto: Marcelo Bustamante)
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