Editorial

Prevenir el desborde de pegatinas

En tiempos de efervescencia política, con elecciones a la vista, no está de más pensar en la necesidad de cuidar entre todos la calidad del espacio urbano y el patrimonio de las personas. A pesar de las campañas de limpieza que se lanzaron después de las últimas contiendas electorales, aún es posible observar en algunos paseos públicos leyendas proselitistas que afortunadamente el sol y la lluvia van destiñiendo. Pronto habrá que volver a enfrentar el desborde, ese que tan bien va de la mano de afear paredes y de discursos vacíos. Publicidad barata, que le dicen. Y que tiene la capacidad de restar más que sumar. Porque los ciudadanos rechazan esas actitudes y terminan por aborrecer a los candidatos que creen que ensuciando con pintadas o pegando afiches van a lograr un voto. No son pocos los votantes que piensan que quienes así actúan ya están demostrando desde el vamos su incapacidad para gobernar. Cumplir la ley es una muestra de respeto que quienes se candidatean para distintos cargos deben cumplir como el que más. Después de todo, qué sentido tiene que prediquen el bien común y terminen incumpliendo las normas de publicidad en la vía pública. Si los candidatos no respetan estas leyes mínimas de convivencia, a quién convencerán de que se puede confiar que cumplirán en otros aspectos mucho más trascendentes aún. Acaso ya es tiempo de que se comiencen a aplicar multas a quienes no debería calificarse de transgresores sino de incumplidores de la ley. Más que nunca, los políticos están hoy obligados a preocuparse más por respuestas coherentes a los problemas de la gente que por encontrar un sitio de privilegio para pegar sus molestos carteles de campaña. La mayoría prefiere ser gobernada por quienes tienen un mensaje de esperanza y capacidad para llevar a cabo sus ideas y no por quienes sólo tienen que aportar pegatinas vacías.