Editorial

Defender el patrimonio urbano

Una ciudad, según se sabe, es mucho más que los aspectos meramente físicos que constituyen su paisaje. El espíritu de sus habitantes, resumido en la actividad humana sostenida a lo largo del tiempo, queda plasmado de manera tan secreta como indeleble en cada calle, en cada construcción, en cada detalle arquitectónico. Por esa y otras razones ninguna ciudad que se valore a sí misma admite el deterioro ni la demolición de sus edificios emblemáticos. Lamentablemente, Rosario no ha dado demasiados ejemplos que merezcan rescatarse en ese sentido. Acaso por inmadurez -producto de su juventud- o por falta de tradición, permitió en el pasado que muchas residencias entrañables, imágenes de épocas perdidas, cayeran bajo la picota o desembocaran en destinos ajenos a su esencia. Por fortuna los consorcistas del histórico edificio de Córdoba y Corrientes conocido como "La Inmobiliaria", uno de los más significativos de la urbe, no adhirieron a esa cuestionable filosofía de la indiferencia y pagaron de su propio bolsillo los trabajos de restauración, que dieron comienzo hace ya dos meses.
El inmueble tiene tres bloques externos (dos por calle Córdoba y uno por avenida Corrientes) y un cuarto que es interno (al cual se ingresa por Corrientes). Cada uno de los bloques posee diez departamentos (dos en cada uno de las cinco plantas), además de los locales comerciales situados en la planta baja que en la actualidad ocupa una casa de deportes. Con sus cuarenta y ocho metros de alto, fue en su momento uno de los más elevados de Rosario.
Su antigüedad y su innegable belleza, además de una inocultable distinción, lo convierten en símbolo viviente del pasado de la ciudad. Preservarlo de los estragos del tiempo es un deber que sus habitantes han cumplido, en beneficio de todos los rosarinos.