Héctor Yovan Velasco
Bogotá.- Con su anuncio de tregua y paz, los paramilitares colombianos dieron el primer paso hacia lo que se prevé será su proceso de desmovilización, aunque, para los analistas, el futuro del mismo dependerá de la capacidad del gobierno para canalizar esa intención y del papel que asuman las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), su más enconado enemigo. En una carta dirigida al presidente Alvaro Uribe, el comisionado de paz, Luis Carlos Restrepo, y la Iglesia Católica, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC, ultraderecha) fijaron por primera vez las bases y condiciones para un eventual proceso de paz con el mandatario. En primer lugar, los paramilitares anunciaron el viernes una tregua indefinida a partir de hoy y solicitaron al gobierno que suspenda las órdenes de captura en su contra, reconozca su carácter político, asuma el control de las zonas bajo su dominio y los financie durante el período que se extienda el cese de hostilidades. Según los jefes de ultraderecha, las AUC pretenden con ese anuncio allanar el camino hacia la apertura de un proceso de diálogo y para ello también piden el acompañamiento y veeduría de la Iglesia Católica, las Naciones Unidas y la comunidad internacional. "Manifestamos nuestra disposición para que los diálogos entre las autodefensas y el gobierno nacional se inicien de inmediato y tengan el acompañamiento y la veeduría de la Iglesia Católica, cuyo liderazgo espiritual en el orden nacional e internacional la convierte en un testigo de excepcional validez", anotan en su carta. En retribución, las AUC (con unos 10.000 combatientes) se comprometen a entregar ante la Unicef a "los menores de edad que, habiendo sido liberados de las fuerzas guerrilleras", todavía permanecen en sus filas, así como a facilitar el retorno de los desplazados a las zonas bajo influencia paramilitar. Pero el anuncio de los paramilitares no sólo genera alivio entre los colombianos, que, hastiados de la guerra, valoran cualquier intención de desactivarla, sino que, además, abre varios interrogantes sobre las posibilidades de éxito de un proceso de esas características. Para los analistas consultados, en el diálogo con las autodefensas el presidente Uribe, EEUU -que solicitó en extradición a los jefes Carlos Castaño y Salvatore Mancuso- y las Farc desempeñarán un papel de primer orden. Por un lado, el gobierno colombiano deberá demostrar que, al igual que para la guerra, también tiene una estrategia preparada para la paz", según dijo un experto que requirió el anonimato. En ese sentido, aseguró, resultará fundamental la capacidad del presidente Uribe para presentar ante EEUU un proyecto de paz con las AUC -catalogadas de terrorista por Washington-, que derive en un trato indulgente con los paramilitares por parte de la Casa Blanca. El ex ministro y politólogo Fernando Cepeda recordó que el gobierno norteamericano rechazó con insistencia el accionar de los paramilitares y sus supuestos vínculos con el ejército, incluso supeditó en su momento la ayuda militar al fin de los nexos con los ultraderechistas. De ahí que, para otros expertos, el otro actor en un posible proceso desmovilización de las AUC será EEUU y las opciones que ofrezca para garantizar que los miembros de ese grupo no terminará compareciendo ante la Justicia de ese país. Asimismo, las Farc aparecen como la principal amenaza para la tregua que planean iniciar los paramilitares, pues, según los comandantes rebeldes, en el pasado fueron los hombres de Castaño los encargados de truncar las conversaciones con esa organización. El grupo insurgente responsabilizó en gran parte a las AUC y "a sus amigos del Estado" del fracaso del proceso de paz que sostuvieron por más de tres años con el ex presidente conservador Andrés Pastrana, antecedente que podría dar al traste con la actual intención de los paramilitares. Precisamente, los grupos de ultraderecha advirtieron en su misiva que, en caso de ser atacados por los grupos guerrilleros, apelarán a su "legítimo derecho a la defensa". Por esas y otras razones, las AUC afrontan desde ahora un camino de incertidumbre hacia su desmovilización, mientras que los colombianos aguardan los alcances del mismo y la posibilidad de que éste influya en el desencadenamiento escalonado de la guerra. (DPA)
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