Nací al justicialismo con la misma prerrogativa que convine con la vida: andar y hacer, pudiendo siempre explicar mis conductas, que incluyen aciertos y errores. Tomé a la política con la misma filosofía que imprimí a mi vida. Todos los días le renuevo mi compromiso, la elijo, porque me hace feliz como la vida, el camino que me muestra.
Y el juego serio de vivir haciendo política me ha preparado mucho más para sostener con firmeza mis convicciones que para caer arrodillado en la tentación del facilismo individual. Di al justicialismo todo, apretando los dientes ante muchos livianos e injustos comentarios, sabiendo que ser servidor de nuestra ideología tiene su precio. Precio ampliamente superado por el objetivo: lograr con nuestras conductas y acciones aportar a la solución concreta de problemas cada día más graves de nuestra gente. Y es en ella en la que pienso cuando planteé una "Santa Fe sin pobreza" a través de mi libro "Para cambiar lo que duele", hace cuatro años. Acompañando cada diagnóstico con una solución posible. Presenté todos los proyectos de ley anticipatorios a una realidad que se presagiaba en el horizonte, amenazante como los negros nubarrones que se instalan sobre un campo un día antes de la trilla.
Las espaldas del Lole
Para mí la pobreza, la desnutrición, la angustia de la exclusión no son cosas de los demás... Son temas que peleo desde adentro. Y porque reivindico la acción política y porque creo que es injusto licuar mezquindades y estrecheces en las espaldas grandes de Reutemann, no voté las modificaciones a la ley de lemas.
La oposición la catalogó como tramposa para sus intereses... yo sostuve y sostengo que lo es para el propio justicialismo y mucho más para tanta gente que descreída tira su última ficha de esperanza a lo que desde esta provincia intentamos instalar en la Nación: un justicialismo que no "chinguee" a nuestra doctrina.
Decía que la vida y la política me hacen un hombre feliz todos los días cuando les renuevo mis votos. A propósito de ellos he aprendido el valor de salir a la cancha y juntarlos uno a uno en vez de modificar leyes; presentando proyectos transformadores de dolores ajenos, que para un justicialista son los propios.
Es absolutamente innecesario aportar más confusión y desprestigio a la política por lo que se convierte en imperativo parar la máquina de destruir. Parecería que una ola masificada dejó de pensar -hecho que peligrosamente me emparenta con las bestias- y en consecuencia, y sólo si esto es así, entenderíamos el goce por la sangre que paladeamos.
Si nadie está obligado a declarar en su contra, nadie que se diga político puede adherir al suicidio político de estos días. Llamo a la reflexión, retomemos el camino de la construcción. Demasiado lejos hemos ido para profundizar aún más esta inmerecida decadencia que deshonra con su conducta cuanto menos insensata a uno de los tres pilares de la democracia: el Legislativo; al que se lo somete desde la ostentación de la mayoría de los votos al ridículo del que como todos lo saben, no se vuelve. No acompañaré este accionar.
(*)Diputado provincial