El Upsala Explorer es el nombre de un barco que navega por las aguas azules del lago Argentino, en El Calafate, ciudad de la provincia de Santa Cruz que es el portal natural que lleva hacia el fascinante mundo de los glaciares milenarios.
Es una excursión pensada como un producto turístico de alta calidad, para viajeros nativos y foráneos muy especiales. La nave, especialmente construida para navegar en aguas de lagos ventosos, está operando desde el pasado 1º de octubre y tiene salidas programadas hasta el 31 de mayo de 2003. La temporada 2001/2002 finalizó con un total de 11.000 viajeros, y en lo que va desde octubre, ya se transportaron 1.350.
Este paseo de 10 horas convoca a los viajeros exploradores que vienen a conocer desde cerca el glaciar Upsala, el más grande del Parque Nacional Los Glaciares y uno de los colosos de hielo más cercano al Polo Sur, injustamente relegado por la fama del Moreno, único glaciar en el mundo que avanza y estalla cíclicamente.
La aventura comienza, a las 8, cuando el Upsala Explorer suelta amarras en Puerto Banderas y remonta el brazo norte del lago y después el brazo Upsala. La nave se detiene frente al glaciar, entre icebergs a la deriva, donde los turistas toman fotografías del imponente espectáculo antes de seguir viaje hacia la estancia Cristina.
Esta legendaria estancia de la Patagonia es marca registrada de naturaleza virgen, que el inglés Percival Masters fundó en 1914, cuando dejó de extraer oro en Cabo Vírgenes, lugar al que había llegado en 1890 con Jessie, su mujer. Allí recibe a los turistas Tati Petraglia, gerente y anfitriona. Esta familia inglesa vivió un tiempo en Río Gallegos y después en El Calafate; desde allí cruzaron el lago Argentino en la balsa del Perito Moreno y vivieron en carpas mientras construian su casa, la simiente de estancia Cristina.
También se dice que cultivaron avena y construyeron asequias, aunque hay versiones tan diferentes sobre sus pasos por el confín del mundo, que es muy difícil saber donde termina la verdad y comienza la leyenda.
Durante el almuerzo, Amneris y María Sol, dos de las guías, cuentan que después de levantar la casa los pioneros construyeron la cabaña de los peones, el galpón de esquila y el barco Cristina I, con el que iban y venían trayendo materiales y alimentos.
La joven Cristina, relatan, murió a los 20 años de una afección que comenzó como un simple resfrío, y fue su hermano Herbert el que cuidó los rebaños hasta su muerte en 1984.
Secadero de ovejas
El almuerzo se realiza en lo que hoy es un amplio quincho, pero que fue el viejo secadero de ovejas de la estancia. En el centro del quincho está el asador para los corderos, totalmente vidriado, para que el humo no alcance a los comensales. El chef de la estancia también prepara tortas y pan casero, y memorables salsas y ensaladas para acompañar la carne.
El año que viene el cocinero tendrá mucho más trabajo, porque en la estancia se inaugurará un lodge de cinco módulos, de 200 metros cuadrados cada uno, con cuatro habitaciones en suite, un amplio living y perfectamente calefaccionados.
El proyecto se completa con un Club House de dos pisos y forma octogonal, que según el diseño tendrá un hogar en el centro para los fuegos del invierno y estará muy cerca de la cocina.
Después del almuerzo el grupo aborda un Unimog todo terreno, vehículo con el que llegarán hasta el único mirador terrestre del glaciar Upsala, que se muestra majestuoso bajo la luz del sol.
Desde ese mirador, el inglés Percival Masters tenía una perspectiva diferente del mundo - al amparo de los poderosos vientos australes- un lugar donde se permitía, en soledad, la nostalgia por su tierra. El hombre estaba lejos de imaginar que con el tiempo su nuera Janet, la mujer de Herbert, sería la que abriría esa estancia a una pujante actividad: el turismo.
Lo cierto es que cuando los últimos peones abandonaron la estancia, pumas y cuatreros diezmaron los rebaños de ovejas, Janet escuchó el consejo de sus amigos, los escaladores que la visitaban cuando iban hacia los hielos continentales. El empuje que recibió de ellos la decidió a armar el primer programa turístico con la gente de Parques Nacionales, organismo que con el tiempo heredó la estancia, la licitó y finalmente concretó el soñado proyecto del Upsala Explorer.
El Unimog ya está dejando atrás el mirador continental y vuelve a la estancia, donde el barco aguarda para regresar a Puerto Banderas. Y cuando zarpa, como si fuera un ritual, el equipo de trabajo de la estancia Cristina, uno al lado del otro, despide con sobriedad británica a los viajeros de ese día.
Mientras a bordo se sirve el té a la inglesa, el capitán Barrios escucha las experiencias de los turistas y cuenta alguna que otra anécdota vivida en esa ruta lacustre cercana al fin del mundo y al misterioso continente blanco.