Eduardo Caniglia / La Capital
Oscar Visciarelli no necesitó mirarlo con detenimiento. Enseguida supo que el policía que bajaba de un patrullero de la comisaría 4ª trasladando a un detenido al Hospital Provincial era uno de los hombres que lo habían asaltado cuatro días atrás en su pañalera de la zona sur de la ciudad. El uniformado tenía un detalle físico que lo distinguía: le faltaba un dedo de su mano izquierda. Y entonces el comerciante recordó al hombre morocho y de voz suave vestido con un pantalón azul y camisa celeste que lo había mantenido cautivo en su depósito, de donde el 14 de noviembre pasado le robaron un cargamento de artículos de perfumería valuado en 50 mil pesos. Visciarelli ya había recorrido Granadero Baigorria con un amigo, buscando su camioneta Ford Transit y el viejo colectivo Mercedes Benz de color rojo que los ladrones utilizaron para llevarse la mercadería. Eran las 11 del 18 de noviembre y el comerciante pasaba frente al Hospital Provincial. Venía por la calle Zeballos y cuando atravesó Alem una patrulla de la seccional 4ª se le cruzó en el camino y lo obligó a detenerse. Lo primero que le llamó la atención fue "la camiseta de fútbol blanca con rayitas azules finitas" que tenía puesta el recluso que bajaba del vehículo policial, explicó Visciarelli. Después, el comerciante clavó la vista en uno de los policías que tomaba de los brazos al preso y lo llevaba al centro asistencial. Estaba a la derecha del recluso y no le llevó mucho tiempo reconocerlo como la persona vestida con ropas policiales que lo había asaltado cuatro días atrás. Enseguida recordó que se trataba del hombre "que lo controlaba desde la puerta mientras estuvo atado en su oficina", comentó. Entonces Visciarelli había visto cómo movía su mano izquierda "a la que le faltaba el dedo meñique" cuando abría la abertura para ver si había logrado zafar de las ligaduras. También la había observado de cerca cuando el hombre "morrudo, petiso y morocho" le había acercado un vaso de agua para calmar la sed que sentía. Era el mismo maleante que le preguntaba todo el tiempo "cuánta plata" le había sacado uno de sus cómplices del bosillo de su pantalón. Apenas tuvo tiempo de memorizar el número del móvil, pero no pudo registrarlo con precisión. Invadido "por el miedo y los nervios" fue a la comisaría 21ª, donde había denunciado el golpe. Allí les dijo a los efectivos de la seccional de Arijón al 2300 que había reconocido a uno de los hombres que había saqueado su comercio. Era el que lucía ropa de la policía rosarina. Y les contó que "el número del Ford Falcon que había arribado al Hospital Provincial era "el 2078 ó 2079", recordó. Oscar también tuvo otra certeza. El hombre que lo había asaltado no era un policía "trucho". Entonces recordó lo que le habían dicho algunos vecinos. El día del atraco, el maleante que usaba el uniforme policial se fue caminado sin mosquearse haciendo alarde de impunidad. Al cabo primero Torcuato Juárez lo detuvieron agentes de la División Judiciales de la Unidad Regional II por orden del juez de instrucción Jorge Eldo Juárez. El 21 de noviembre pasado su situación procesal se complicó. Visciarelli lo apuntó, sin vacilar, en una rueda de reconocimiento en el subsuelo de Tribunales. El comerciante lo reconoció de manera inequívoca después de observar a las cinco personas, cuatro de ellas vestidas de policía, que estuvieron frente a él. Atrás habían quedado los dos mil kilómetros que había recorrido con la esperanza de hallar a la Transit. Había transitado todos los barrios de Rosario. Y en el periplo había viajado por Pérez, las ciudades del cordón industrial atravesadas por la ruta 11 y había llegado hasta San Nicolás. La investigación paralela que lleva adelante tiene una asignatura pendiente. Conocer quiénes son los receptores de las "14 llamadas" que hicieron los maleantes desde su celular al día siguiente del robo. Para que esto se cumpla sólo falta que el juez Juárez lo solicite el listado de comunicaciones a la empresa de telefonía a la que está abonado el comerciante. Visciarelli es obstinado y no va a parar hasta que encuentre su camioneta y el vetusto camión Mercedes. Sabe que la búsqueda no tiene fecha de vencimiento mientras espera reabrir la pañalera de Benito Juárez al 2600 cuando la compañía de seguros le pague la cobertura por el atraco.
| La víctima denunció de inmediato su descubrimiento. (Foto: Angel Amaya) | | Ampliar Foto | | |
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