Año CXXXVI
 Nº 49.674
Rosario,
martes  26 de
noviembre de 2002
Min 21º
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Editorial
Golpe en Santiago del Estero

Muchos políticos siguen caminando por un sinuoso sendero donde se mezclan el desprecio a las instituciones democráticas y al compromiso ético que deben sostener los hombres públicos, más preocupada en aferrarse a sus espacios de poder que en dar respuestas a la angustiante demanda social. Muchos dirigentes no comprenden o, lo peor pero más probable, no les importa el sufrimiento de millones de argentinos atravesados por el hambre y la miseria, los niños que mueren desnutridos en el país de los alimentos y los ancianos olvidados, sin asistencia ni salud.
Esos políticos acaban de protagonizar otro patético ejemplo de desmesura e impunidad, amparados en un caudillismo anacrónico en su concepción pero vigente en los hechos, en Santiago del Estero. Un caudillismo que sobrevive, precisamente, merced a la marginalidad y la ignorancia que —y allí reside lo más aberrante— se encarga de crear y mantener. Solamente bajo esas salvedades se puede entender el golpe institucional que expulsó de la gobernación al justicialista Carlos Díaz y hará efectivo el traspaso del poder a una figura allegada al poderoso caudillo santiagueño Carlos Juárez.
Díaz fue electo con el 70 por ciento de los votos y asumió sus funciones hace 23 días. La esposa de Juárez, Mercedes Aragonés, lo acompañó en la fórmula pero, extrañamente, aún no había asumido. El flamante mandatario renunció acorralado por las amenazas de juicio político en su contra lanzadas desde el juarismo, que nuclea a 35 de los 50 legisladores de la provincia, número suficiente para concretar las advertencias. Las causas no están claras. Nadie se atreve a explicar claramente el motivo de una alianza política que llegó al gobierno sin problemas y estalló en pedazos a poco de andar. Se habla de “inconducta moral” de Díaz, quien habría ofendido a la mujer de Juárez; también de una prolongación de la pelea entre Duhalde y Menem.
En cualquier caso, este avasallamiento institucional no es lo que exige el actual momento del país. Hoy se requiere capacidad, honestidad, desprendimiento, convicciones republicanas y sensibilidad social para entender y resolver las prioridades de la gente. En Santiago del Estero, en cambio, mantienen las mismas actitudes y mezquindades que la gente repudia.


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