Padre e hijo llevan años repartiendo artículos de quiosco y aprendieron a intuir una situación de robo. "Este es choro", pensaron ayer al ver la bicicleta que se acercaba a los tumbos al furgón de reparto de golosinas parado en Riobamba y México. El repartidor más joven se asustó ante el robo inminente y el ciclista, antes de exigir nada, disparó. Sacó un arma y tiró. El proyectil le cruzó la pierna al muchacho, que quedó tirado en el suelo ante la desesperación de su padre, su compañero de trabajo. En medio del desconcierto, el agresor escapó en su bicicleta.
"Nos dimos cuenta que era choro y mi pibe se asustó, salió corriendo. Ahí no más el ladrón disparó" contaba ayer al mediodía Héctor Savia, de 59 años, mientras retorcía la campera de lluvia y esperaba que los médicos le informaran sobre la situación de Sebastián, su hijo de 24.
El disparo que atravesó la pierna del repartidor apenas debajo de la rodilla le provocó una lesión que mantenía preocupados a los familiares y los médicos. La primera evaluación señalaba que el proyectil dañó una arteria y comprometió la circulación del sector inferior de la pierna hasta el pie. No es una herida sencilla y podría tener consecuencias más graves, advirtieron.
Héctor se sentía destrozado. Nada pudo detener el ataque. Salían de un negocio de Riobamba y México. Era justo mediodía. Vieron la bicicleta, Sebastián salió corriendo impulsado por el susto y el sospechoso sacó un arma y le disparó. Sebastián quedó tirado en el suelo, rodeado de sangre y pidiendo ayuda a gritos.
Lesiones graves
En el lugar del ataque la policía secuestró una vaina calibre 9 milímetros. Buscaban una bicicleta amarilla desgastada, que usaba el agresor. Si lo detienen podría enfrentar acusaciones por lesiones graves y abuso de arma de fuego. La investigación está a cargo de la subcomisaría 22º.
Sebastián trabaja con su padre desde que terminó la secundaria. Vive con él, su madre y su hermano. La situación de la mujer también le inquietaba a Héctor. Se está recuperando de una enfermedad que los tuvo a todos preocupados y él no sabía como contarle lo que le había pasado a su hijo. No pudo evitar el ataque y aunque previeron el riesgo, la calle les gambeteó la experiencia.