 |  | cartas Jaurías televisivas
 | Hace ya más de 10 años, el día 19 de junio de 1992, luego del brutal atentado a la Embajada de Israel, publiqué en La Capital un artículo titulado "Más allá de la violencia". En una primera parte del mismo, hice hincapié en la tremenda lucha entablada entre los medios de comunicación (a quienes les llamaba medios de incomunicación humana) para llegar a la primicia de tan cruel atentado, mostrando derrumbes, cadáveres y destrucción por todas partes. Y lo hacían de una manera que encuadraba perfectamente en algo que en su tiempo se denominó "necrofilia". Vale recordar que Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca, fue interrumpido en una conferencia que dictaba, por el general franquista Millán Astray y sus seguidores, quienes entraron a la sala al grito de "Viva la muerte, abajo la inteligencia". En respuesta don Miguel dijo: "He escuchado el grito necrófilo de un general lisiado de guerra que grita a favor de la muerte y en contra de la inteligencia". El gran maestro humanista, psicosociólogo y filósofo, Erich Fromm, retoma el tema de la necrofilia y lo incorpora como una de las tres grandes causas del sindrome de decadencia (unido al narcisismo maligno y la simbiosis incestuosa). Es por cierto esto, el opuesto al sindrome de crecimiento que lleva a la biofilia como una de las tres manifestaciones (junto al amor al hombre y a la naturaleza, la libertad y la independencia) y que tienden al mejoramiento progresivo de la condición humana actual. Narra Fromm que se han encontrado datos de Adolfo Hitler observando extasiado el cadáver de un soldado muerto. La necrofilia no siempre es tan manifiesta pero se traduce en signos que se pueden observar en las personas y en los actos de tales personas y hasta en la mirada o en la ficción de una sonrisa forzada. ¿Dentro de qué cosas podemos encuadrar a los movileros corriendo para llegar primero al lugar de un crimen o una violación o un secuestro y tratar de obtener esa asqueante primicia? No habrá otra pregunta para hacer a la mamá de una niña violada que no sea "¿qué siente usted señora?". O al familiar de un ser humano asesinado o secuestrado, llenando reiteradamente espacios con repeticiones que solo buscan eso: llenar espacios y no contribuir al mejoramiento de la información. Lo ocurrido con el secuestro del señor Antonio Echarri fue tan asqueante que repugnaba a quienes analizaban juiciosamente las informaciones propaladas. Afortunadamente, la prensa escrita y radial, tiene mucho más tiempo para pensar y no se producen esas acciones, que solo tienden a hacer de esta era de las comunicaciones la mayor época de la incomunicación humana. Efrain Hutt
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