Año CXXXV
 Nº 49.661
Rosario,
miércoles  13 de
noviembre de 2002
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cartas
La polémica por el aborto

La nota de la señora Gabriela Loccisano en pro de la legalización del aborto está plagada de falacias e inexactitudes científicas. Además es una apología del egoísmo y del materialismo y en los hechos propone autorizar nada menos que un genocidio: matanzas de personas por nacer que aunque estén en estado de embriones o fetos también son seres humanos. Es que, mal que le pese a la articulista, la biología afirma que el embrión o feto es un ser vivo, distinto a sus padres, de naturaleza humana. En el campo del derecho es absurda su interpretación del artículo 70 del Código Civil dado que dicha norma no autoriza a nadie a efectivizar condición resolutoria o suspensiva alguna. Las normas nacionales e internacionales son claras y contundentes. Así los artículos 63 y 70 del Código Civil reconocen el inicio de la vida humana desde la concepción (unión del óvulo y el espermatozoide). La Constitución y tratados internacionales incorporadas a ella incluso imponen el castigo del aborto. Así el artículo 75 de la Constitución nacional norma como atribución y deber del Congreso proteger al niño desde el embarazo. El artículo 4 del pacto de San José de Costa Rica dice: toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente. La Convención sobre los Derechos del Niño, en su artículo 6 dice: los Estados reconocen que todo niño tiene el derecho intrínseco a la vida. Los Estados partes garantizarán en la máxima medida posible la supervivencia y el desarrollo del niño. Se confunde entonces cuando se dice que con la legislación sobre el aborto se impide a la mujer ser dueña de su cuerpo porque la prohibición del aborto impide disponer, eliminar a un cuerpo ajeno. Además nadie en sociedad tiene derechos absolutos. Por ejemplo, el disponer de su cuerpo no faculta a nadie para realizar públicamente exhibiciones obscenas y, obvio, menos para matar. Observo que la articulista, en una actitud totalmente individualista, no sólo no respeta el derecho a la vida, el derecho a nacer del feto, sino que no le reconoce ninguna atribución al padre del mismo. En cuanto a los médicos su función y misión es curar o aliviar, no matar. Además hay un factor muy importante y es que las mismas motivaciones para abortar son las que originan los infanticidios. Entonces, admitir el aborto hoy implica ser complacientes mañana con el asesinato de recién nacidos. Los abortistas esgrimen un seudoargumento sentimental: con la despenalización se salvaría la vida de muchas mujeres encintas pero omiten que sería a costa del asesinato de muchas más vidas humanas y que la inmensa mayoría de dichas embarazadas optó por el riesgo de quedar encinta y no tomó las precauciones debidas, mientras que los fetos no tuvieron ninguna opción. ¿Y las evidencias científicas respecto a la sensibilidad del feto ante su inminente eliminación? No abramos la caja de Pandora y defendamos a ultranza la vida y el derecho a la vida, a nacer y a vivir de todos los seres humanos salvo los criminales.
Raúl Ghione


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