| | Ser la víctima elegida
| Ana María Zeno (*)
Deseo aclarar que me referiré a estos tiempos (no sé cómo será más adelante), con tanta desprotección, no sólo en relación a la seguridad, sino también al trabajo, la educación, la corrupción, etcétera. Soy consciente de que aumentaron la frecuencia y la violencia de los delitos y me solidarizo con las víctimas (yo no lo he sido). Mi mensaje no es fatalista ni pesimista, es realista y preventivo, preventivo del miedo paralizante. Como médica he aconsejado no sufrir de antemano por algo que puede o no suceder: si sucede, recién empezar a sufrir. También he aclarado que hay dos tipos de miedo: el malo y el bueno. El malo es el miedo no concreto, que angustia, paraliza, daña la vida social y la solidaridad, que lleva a tomar exageradas precauciones. El bueno es el miedo concreto, focalizado en algo sabido, que hace estar atento y actuar en consecuencia ("el miedo no es zonzo"). Veamos los delincuentes: están los inexpertos y los profesionales. Los inexpertos suelen ser primerizos, actúan al descuido y el trabajo generalmente les sale mal. Los profesionales actúan muy pertrechados y coordinados, eligen la víctima; suelen formar superbandas, pueden vincularse con el narcotráfico, con las fuerzas del orden, etc.; y el trabajo generalmente les sale bien. Ante esto, no hay sistemas de seguridad seguros. Dos ejemplos rosarinos recientes: asaltaron un country. De nada sirvieron el alambrado perimetral, los patrulleros, la intercomunicación, control de personas, etcétera. Y también asaltaron un transporte de caudales rodeado de custodios, a plena luz, y en pleno centro. Veamos los medios de comunicación, no todos, pero la TV fundamentalmente, exacerba el miedo, al mostrar a veces en forma brutal los delitos: sí, generan el miedo que quieren que se tenga. Así se incita a que se exijan medidas de seguridad más rigurosas: rebajar la edad de los delincuentes, pena de muerte, tolerancia a los justicieros, etcétera. Puede llegar a ser una excusa para legitimar la represión, para establecer el orden sea como sea. Sólo cuestiono esto y no que toda medida de seguridad limite la libertad (si hasta la seguridad del matrimonio limita libertades), ni cuestiono que el delincuente tenga que tener miedo al castigo, ni que el castigo se cumpla y sea ejemplar. Veamos los expertos en seguridad: creo que exageran los consejos y que algunos son difíciles de cumplir, además de retroalimentar el miedo flotante. Citaré algunos: "Procure salir en compañía", "altere sus horarios de salida", "mire alrededor antes de entrar o salir de su domicilio, sospeche de tales y tales personas", etcétera. Para finalizar, deseo repetir que si soy la víctima elegida, salvo excepciones, lo seré. Claro que seguiré tomando las medidas de seguridad comunes pero nada más. Por lo tanto, no quiero dejar que el miedo me paralice e insensibilice, sufrir de antemano, cambiar mis hábitos, llevar mi cartera en bandolera, tener armas y/o un perro feroz, vivir en un barrio cerrado; rodearme de rejas, alarmas, cerraduras sofisticadas, cámaras de video, etcétera; sospechar de todos y de todas (pues si alguien quisiera violentarme, no pone cara sospechosa, al contrario, la disimula); desconfiar de alguien por portación de ropa, de cara, de años, etcétera. Y aunque no es el tema de este trabajo, no dejo de pensar en las otras causas, las sociales que pueden llevar a la delincuencia: la explotación de menores, la exclusión social, etcétera. Sí, "la paz es fruto de la justicia", y por esto también debemos reflexionar y luchar. (*) Médica
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