Agosto de 1990: China se abstiene en la resolución del Consejo de Seguridad que da luz verde a la coalición internacional para desalojar a las fuerzas iraquíes de Kuwait. Noviembre de 2002: con el resto del Consejo, vota a favor de la resolución de "la última oportunidad" contra Irak. Pero de una votación a la otra el mundo ha cambiado para China. Su interés por lo que ocurre en Medio Oriente no es ya distante ni pasivo. ¿Cuáles son las causas del cambio? Por una parte, la llegada de China a la era global. Por otra, el petróleo.
De 1991 a 2001, China ha doblado su consumo de petróleo y ya representa un 6,6% del total mundial, un fenómeno que interesa al resto del mundo, incluido Estados Unidos. A mitad de este recorrido, hacia 1995, China pasó de ser exportador de crudo a ser importador neto, a consumir más de lo que producía. Y esta tendencia, propia del conjunto de Asia oriental, se acelerará con el deseable crecimiento económico. Para 2020, según las proyecciones (que dependen también del desarrollo de los transportes en China, de que no surjan nuevas energías alternativas realmente competitivas y de que China no apueste más a fondo por las centrales nucleares y vaya dejando el carbón), ese país importará el 60% del petróleo (y 30% del gas natural) que consumirá (unos 400 millones de toneladas, casi el doble de lo actual).
En estos 20 años, el conjunto de Asia oriental -el 4% de las reservas probadas de petróleo, pero el 50% de la población mundial- devorará la mitad del aumento de la demanda global de energía, según el excelente estudio "Las implicaciones estratégicas de las necesidades de China en energía" (IISS, Londres). Recuerda que China ha invertido en el sector petrolero iraquí desde 1997, y ha firmado un acuerdo estratégico con Arabia Saudí (y otros con Venezuela, Kazajistán, Sudán o Rusia).
No es sólo EEUU el que busca asegurarse suministros de petróleo a un precio razonable. Pero EEUU es actualmente el segundo productor mundial, mientras que China queda muy atrás y sus reservas probadas no alcanzan al 2% de las mundiales.
Pekín no es ya un observador externo, sino con intereses globales forzados por la necesidad de sostener su desarrollo económico, base actual del único partido comunista en el mundo que, en proceso de renovación estos días, saca su legitimidad del grado de avance hacia el capitalismo. Está por ver si un país tan dependiente de la energía importada, a través de líneas marítimas controladas esencialmente por EEUU no pierde autonomía.
(*) El País - Madrid
Una potencia rodeada por EEUU
China está ya tan interesada como los demás en ver si Washington modifica el mapa de Medio Oriente. Temerosa de verse implicada en los torbellinos causados por los occidentales y de que una guerra en Irak acabe desbordando sobre Irán, su principal suministrador de petróleo, China ha criticado la idea de guerra preventiva y ha defendido el statu quo, una política de estabilidad en Medio Oriente y de preservación de la integridad territorial de los Estados, incluido Irak. La doctrina Bush incluye a China entre los nuevos centros de poder global. Los informes confidenciales filtrados por un insider del Partido Comunista Chino (The New York Review of Books, 10 de octubre) reflejan que, pese al cambio de tono de Washington, Pekín siente que en los últimos años, guerra de Afganistán incluida, EEUU ha rodeado a China por el este, sur y oeste, lo que supone un gran cambio en el entorno geopolítico de China.