U. G. Mauro / La Capital
Unos charlan en un banco de la plaza mientras otros deambulan por la vereda y cruzan frases de circunstancia. Esperan que el grupo se complete para partir, en un ómnibus especial, hacia las afueras de la ciudad, hacia el lugar que les proporciona el módico espacio de popularidad o participación del que unos pocos gozan. Colegas de los autores de las cartas de lectores de los diarios y de los que llaman a las radios, son una especie que sorteó con fortuna el peligro de extinción: los panelistas de televisión. Un grupo que puede incluir hasta 30 personas y que rota sus miembros entre las doscientas convocados inicialmente participa del ciclo televisivo "Plan A", que desde las 14 y de lunes a viernes emite Canal 3, con la conducción de Gustavo Rezzoaglio. Ellos se reúnen a las 12.45 en Santa Fe y Moreno para viajar juntos hasta el canal. "Si me invitaran a decir algo en el programa, a los dos minutos me echarían a patadas", dice el chofer de ómnibus que los lleva. Termos con café o jugo, bandejas con sándwiches, cajas con videos y carpetas constituyen el equipaje de las productoras que acompañan a los panelistas en la travesía. El catering y el reconocimiento de amigos, parientes y compañeros de trabajo son la única recompensa que reciben estos hombres y mujeres que en su mayoría aducen como principal motivación para integrar un panel su voluntad de ser ciudadanos que exigen participación. Lidia Sanfilippo, productora del ciclo, indicó a La Capital que la mecánica del programa obliga a avisar con anticipación a cada panelista que se convoca cuál es el tema que se va a desarrollar. "Hay panelistas de todas las edades y cuidamos que haya equilibrio entre hombres y mujeres. Todos tienen la más absoluta libertad de expresión -dijo-. El único limite que se impone es el repeto a las demas opiniónes y al buen gusto". "A la primera convocatoria asistieron más de doscientos aspirantes y solamente quedaron afuera quienes mostraban dificultades graves para expresarse coherentemente", reveló Sanfilippo, y agregó: "También tomamos recaudos para que sólo hubiera voluntad participativa, sin segundas intenciones de ningun tipo". Como en una excursión escolar, las productoras toman asistencia. Florencia O'Keefe, que luego estará tras de cámara atenta a los tiempos y cordinando la labor en el piso, se mantiene en permanente comunicación con el conductor y con el director del ciclo y durante el viaje alienta a los participantes a hablar sin temor a las cámaras. Los diálogos entre los panelistas siguen siendo circunstanciales. Recién después del programa, durante el regreso, las discusiones se intensificarán un poco, pero no nucho. Contra lo que podría pensarse, los panelistas son gente ocupada. "Hay muy pocos desocupados. Mayormente son profesionales independientes, estudiantes, jubilados, comerciantes... Algunos tienen experiencia en esto", detalló Sanfilippo. Para Rezzoaglio "a veces se percibe que algún panelista viene para la cámara, producido y hasta impostando la voz, pero en general, esto no es una búsqueda de fama". Falta poco para salir al aire y no falta el mandato "¡A ver!, todos bien sentados...más derechos. No salgan encorvados". Como grupo heterogéneo, en el panel emergen roles. Durante algo más de una hora conviven la actitud provocativa con la conciliadora, el aporte voluntarista con el análisis complejo. Aunque habitualmente la gente rehuye de cámaras y micrófonos, los panelistas con humildad y sin actuar como "opinadores" tienen conciencia de los problemas de la sociedad y ejercitan la muy nombrada pero pocas veces concretada participación.
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