Año CXXXV
 Nº 49.657
Rosario,
sábado  09 de
noviembre de 2002
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Editorial
Un proyecto que depende de la gente

Hace mucho que en la Argentina terminaron las épocas que la sabiduría popular denominó como "de vacas gordas". Los golpes de sucesivas crisis precipitaron al país en abismos que antes no había conocido. Y de tal modo, fue dable contemplar situaciones que en otros momentos históricos sólo hubieran sido consideradas como parte integrante de un relato de ciencia ficción de carácter apocalíptico. Las imágenes de hombres y mujeres buscando su alimento o elementos de algún valor entre los residuos se han convertido, tristemente, en cotidianas. Ya nadie se asombra al verlas. Y no quedan dudas de que van a continuar entre nosotros durante largo tiempo.
Por esa razón, porque las leyes de la realidad son duras y se imponen, es que debe alentarse todo intento por clasificar la basura, tal como el que busca imponer por estos días el municipio rosarino. La iniciativa tiene características originales, ya que no posee carácter coercitivo. Es decir que de la actitud de la gente dependerá el éxito del proyecto, cuyo objetivo es ordenar el cirujeo y preservar la limpieza de la ciudad. La separación entre desechos orgánicos e inorgánicos es la base sobre la cual se asienta esta idea. Los últimos, que incluyen latas, vidrios, plásticos y gomas, tienen valor comercial y son muy buscados por los cirujas, que los rescatan previa rotura de las bolsas, con el consecuente perjuicio para la higiene urbana.
Según cálculos estimativos realizados por la propia Municipalidad son aproximadamente un millar las personas que recorren la zona céntrica y revuelven los desperdicios en busca de materiales reciclables. Esta modalidad -hija notoria de la emergencia que se atraviesa- también se ha extendido a los barrios, convirtiéndose en el modo de vida de muchos.
Entre los fundamentos que motorizan la campaña, además de los mencionados con antelación, está la solidaridad. Y en ese valor trascendente que los rosarinos han demostrado con creces poseer depositan su confianza los autores de la iniciativa. Claro que el proceso será largo: no resulta sencillo modificar hábitos arraigados, ni tampoco superar la comodidad. Pero si los habitantes de la ciudad colaboran, los beneficios serán tangibles. Para todos.


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