Año CXXXV
 Nº 49.657
Rosario,
sábado  09 de
noviembre de 2002
Min 14º
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Música / Crítica
Los Violadores: Signos vitales desde la prehistoria del punk argentino

Carolina Taffoni / La Capital

Antes de entrar al recital, uno inevitablemente se pregunta: ¿por qué siguen tocando Los Violadores? ¿Por qué, si dijeron que jamás se iban a reencontrar "como Serú Girán", volvieron? ¿Por qué, si no editan un disco de estudio nuevo y completo desde hace más de diez años, siguen en la ruta? Podríamos teorizar durante horas sobre la vigencia del punk, sus caídas y resurgimientos, sus cambios y contradicciones. Pero cuando uno está ahí y ve a esos chicos con remeras de los Ramones, a esas chicas que parecen salidas de la película "Sid & Nancy", a esas cabezas con cresta o con el flequillito fierita, la respuesta se torna mucho más simple. Los Violadores vuelven de vez en cuando porque hay gente que quiere escucharlos. Y eso no es poca cosa. Además en Rosario, donde el caldo punk se cocina desde hace rato y las bandas de ese estilo crecen como hongos, Los Violadores tienen hinchada propia.
Pil Trafa sube al escenario con look cool de remera deportiva y gorrita. Tiene 43 años pero esa cara de niño lo salva. Stuka está en formol, con un poco menos de pelo, nada más. El grupo muestra signos vitales de la prehistoria con versiones de "Somos Latinoamérica", "Estás muerto" y "Viejos patéticos". También toca un tema nuevo, "Todo fue hecho por amor (pero fracasó)". Hay una certeza. Muchas bandas ahora conocidas tomaron el legado de Los Violadores, pero ninguna pudo superarlos todavía.
"A ver chicos si nos tranquilizamos", pidió Pil, cuando el pogo empezó a descontrolarse. La palabra "chicos" no era casual. El lugar estaba lleno de adolescentes y veinteañeros que seguramente escucharon a Los Violadores a través de sus hermanos mayores, o después de descubrir a Attaque 77, o a 2 Minutos, o a los mismos Bulldog. ¿Dónde estarán ahora los que llenaban Cemento en los años ochenta, cuando las botellas de cerveza estallaban contra las columnas? En El Sótano era difícil divisar a alguno. Salvo que los de seguridad sean fans del grupo.
En el ranking de las remeras ganaron los Ramones, seguidos por Exploited, Rancid, La Polla Records, los Sex Pistols (en franco descenso), Attaque 77, Violadores y una perdida de los Dead Kennedys. ¿De los Clash? Ni noticias. El público era de lo más heterogéneo. Había chicas con borcegos y otras con tacos aguja, punks de los barrios bajos y otros más fashion de clase-media-me-mantienen.
La gente, que se sabía todas las letras, coreó a pleno "Nada ni nadie nos puede doblegar", "Mirando la guerra por TV" y el tema de Die Toten Hosen "Viva la revolución". Los chicos estaban locos por Stuka. Es lógico, su guitarra es la marca de la banda. Pil no quiso ser menos y en el comienzo de "Fuera de sektor" se trepó a un bafle. Un poco de show punkie por allá, por favor. No hubo bises ni nada, pero sí un final a pura adrenalina con los clásicos "Mercado indio", "Bombas a Londres", "Violadores de la ley" y "Represión".
Los que fueron a buscar la película de glorias pasadas se encontraron con un home video en buen estado. Los que andaban en pañales en los ya lejanos ochenta revivieron una antigua ceremonia sin ni siquiera darse cuenta.



Stuka y Pil Trafa siguen rockeando como jovencitos.
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