Luis Castro / La Capital
El escenario era especial. Preparado por la gente. No acostumbrada a recibir visitas de jugadores de renombre y menos aún de selecciones, aunque en este caso juveniles, el público local y de pueblos cercanos se dio cita en el estadio de Atlético Empalme para ponerle calor y color a la noche villense. Argentina y Ecuador fueron los actores principales de la fiesta que se vivió por estos lares. Para que esto hubiese sido completo hizo falta buen fútbol, ya que el empate no conformó a nadie. Desde bien temprano la familia entera comenzó a acercarse al lugar de la cita. Y disfrutó de los aterrizajes de un par de paracaidistas en el centro del campo de juego y de las pequeñas porristas, que con sus bailes y coreografías preparadas recibieron a los dos planteles. Movimientos que las más de cinco mil personas (con el pago de la entrada colaboraron en beneficio de la Asociación Villense de Lucha contra la Parálisis Infantil - Rehabilitación Integral de Villa Constitución) acompañaron aplaudiendo sin cesar. Sin embargo, el mayor reconocimiento recayó en el goleador de River Fernando Cavenaghi, sin dudas el más aplaudido de la noche, el más famoso de los futbolistas que vistieron la celeste y blanca. Pero los gritos de aliento continuaron con el inicio del juego para motivar al resto del equipo. Y eso hizo efecto a 4' del arranque, cuando Cavenaghi habilitó de manera perfecta a Pisculichi, quien cuando se iba al gol fue derrumbado en el área. Penal que el propio delantero de Argentinos Juniors cambió por gol. Parecía que la noche podía transformarse en fiesta para los pibes del Sub 20 argentino. El ímpetu de los chicos generaba ese pensamiento, pero el quedo del conjunto de Tocalli permitió lentamente que los ecuatorianos equilibraran el juego y hasta llegaran a complicar la valla defendida por Eberto. Burja y Bolaños avisaron pasado el cuarto de hora. Y a los 27' Roberto Nina aprovechó un yerro defensivo y equilibró el marcador y así terminó la etapa inicial. En el complemento Argentina trató de llegar al triunfo con más ímpetu que fútbol. Con el empuje del público el equipo intentaba el desequilibrio pero las intenciones quedaban truncas ante la resistencia ecuatoriana. Y en ningún momento pudo lograr el objetivo buscado y permitir que la alegría de la gente fuera completa. Ni siquiera el aliento que bajaba de las tribunas, que por momentos erizaba la piel, ayudó para que se rompiera el empate.
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