| | Reflexiones Separando la basura
| Evaristo Monti
En una ciudad europea, con el objeto de instruir a las amas de casa sobre la clasificación hogareña de los residuos domiciliarios, personal adiestrado conversaba con ellas en supermercados, galerías, a la salida de las escuelas, abordándolas. Ð Perdón señora ¿me permite que le explique cómo separar la basura en su casa? Ð No hace falta, joven, me divorcié hace 4 años. Es un chiste feminista. Las mujeres están de moda no obstante que Almodóvar las abandona prefiriendo a los varones en su reciente película "Hable con ella" donde actúa con brillo el argentino Darío Grandinetti junto a Geraldine Chaplin. El tema de la basura no es chiste, es un tremendo e inusual problema universal. Ahora viene el mambo de la separación en casa. Una bolsa para restos de comida, otra para papeles, trapos, cajas de cartón. Hace 20 años, en Buenos Aires, calle Florida, se montaron contenedores elegantes, bien diseñados con dos bocas, para que se echara la basura diferenciada. Nadie lo recuerda, pocos lo creen. Con su inocencia de aficionado a la política a la que saltó siendo fiscal -gobierna la ciudad de Buenos Aires porque denunció en febrero de 1994 que varios empresarios vinculados al Pami, por entonces dirigido por Matilde Menéndez, llevarían coimas concurriendo simultáneamente a un banco donde fueron sorprendidos, aunque no hubo acreditación probatoria- Aníbal Ibarra está convirtiendo a la Reina del Plata en el reino del revés. Pero Buenos Aires es invencible, pudo más que la Nación, la gobernó De la Rúa y sobrevive, la Argentina no. En la colosal y admirable capital del país el aprendiz de gobernante apuró la separación de la basura. Es un fracaso, por ahora. En Rosario tenemos en este tema a un edil joven, radical e inteligente que se agota como el personaje de la Armada Brancaleone con una carga insoportable: debe conseguir que Binner le ponga dos amigos en lugares expectables de la próxima lista de concejales jibarizada por Borgonovo o bien consiga mantener a su numen en la Oficina del Consumidor para organizar algaradas contra Aguas Provinciales. No va a andar, porque se terminaron los tiempos en que los perros se ataban con chorizos e inmortalizó Bayeu en un tapiz que se exhibe en el Museo del Prado, según bromas del choricero Constantino Rico, mundialmente conocido como El Tío Rico, título que lleva ya 200 años y fue usado hasta por Disney. ¿Por qué hemos de ser pulcros y separar la basura? ¿Por qué exigirles pulcritud a los cirujas en una ciudad donde hasta el intendente acusa a la gente de indisciplina social ensuciando todo? No hay una sola norma, una, que se cumpla. Senda peatonal, papeleros, hora de sacar los residuos, polución visual (¡y quieren habilitar otra TV por cable!), uso tiránico de las veredas, bicicletas a contramano, venta de pescado colgado de árboles, sumideros tapados por la basura arrojada a la calle, gigantescas verdulerías espontáneas con baños químicos al lado. Está prohibido fumar en el centro de Tokio y no fuman, ¿conoce alguien que no fume en Rosario donde está prohibido? Tenemos los parques con el mayor abono animal, los perros descargan toneladas diariamente ¿estamos en Munich donde va la dueña con el pichicho, la palita y bolsita? El que más sabe de esto, el profesor Carlos Libedinsky, enseña urbanismo en la UBA, publicó un notable trabajo (La Nación, 28/8/02) despedazando el atrevimiento de Ibarra. Puntualiza Libedinsky: 1) se parte de un principio equivocado sobre qué es reciclable y orgánico, es casi al revés; 2) se parte de una base falsa, como que la selección doméstica será eficaz, el ama de casa no es una experta en ecología; 3) porque la división verde y negro es ingenua ya que hay infinidad de residuos indeseables sin destino en el esquema; 4) porque se supone inocentemente que los cirujas se llevarán una bolsa y dejarán intacta la otra, como si la búsqueda de comida cesara por este sistema; 5) porque se estima que los cirujas se dividen puntillosamente el trabajo, las áreas y los horarios como si no supieran dónde está lo que les sirve; 6) porque se ignora que no sólo cirujas hacen este trabajo. El profesor Libedinsky trae a escena lo que está ocurriendo con este tema en Nueva York con motivo de las medidas que toma el alcalde Michael Bloomberg y propone se lea el libro "La guerra de la basura en Chicago". Es mucho pedir, nosotros payamos, "lo atamo con alambre" diría Copani. Ahora, que como tema de diversión, charlas familiares, manejo de variantes de distracción gratis de mi apreciado Miguelito Lifschitz, Secretario de Servicios Públicos, que es un tipo bien al que todo le sale mal, juguemos a disciplinar a mis amigos los cirujas que yugan como nadie, explotados, hambreados, desprotegidos y encima, actores inconsultos de un formidable casting demagógico, no es serio. Como dijo Séneca "el vientre no oye consejos, exige a gritos". Es tragicómico, esta ciudad tiene formidables basurales crónicos e invencibles, algunos hasta cortan las calles como a espaldas del campo de deportes de Stella Maris y el poder municipal, impotente para resolver sus propias obligaciones, deriva a las amas de casa y los cirujas el emprolijamiento de la basura. Por este camino, el inverso a la racionalidad, el tránsito quedará en manos de los cuidacoches y el control bromatológico a cargo de los choripaneros.
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