Orlando Verna / La Capital
Desde su cautiverio y casi como a propósito, Antonio Echarri estaba conectado con el exterior a través de un televisor blanco y negro que solamente sintonizaba Canal 9. Allí escuchó una voz de cassette anunciada como la suya con palabras que nunca había dicho; se sorprendió al oír cómo su familia negociaba con los captores y hasta presenció atónito el anuncio de su propia muerte. El mismo Echarri recordó las patadas contra las sillas de la casa con que los secuestradores mostraban su indignación luego de cada intervención de periodistas "cínicos" y "sin escrúpulos" como él los calificó. Aquellos que encontraron su nido bajo el manto de Daniel Hadad, roedores de la difamación y la verdad manipulada. Fue entonces que "los idiotas que todo el país conoce" se movieron rápidamente. El jefe convocó de urgencia a sus secuaces y les informó de la situación. Habían perdido por goleada (40 puntos a 11 de rating) en su defensa del padre Grassi contra "Telenoche Investiga" y Canal 13, y ahora la orden era contraatacar. Los productores de los programas de Chiche Gelblung, Mauro Viale y Antonio Laje -"Informe Chiche", "Implacables" y "Después de hora"- trabajaron codo a codo. Le compraron a lo más corrupto de la policía bonaerense escuchas telefónicas que la familia Echarri no había autorizado poniendo en peligro la vida de don Antonio. Inventaron una supuesta grabación de los secuestradores para dar un indicio de vida de la víctima, poniendo en peligro a don Antonio. Sin embargo, ni semejantes mentiras travestidas de periodismo consiguieron el objetivo de ganar "dos puntos de rating", como denostó Echarri. Hasta que la orden llegó en forma de editorial y el montaje fue patético. Gelblung dijo que "a esa hora" Echarri ya estaba muerto para preguntarse al otro día "quién" había dado la noticia sin fundamento. Mauro Viale simuló recibir un llamado telefónico donde le avisaban de la tragedia. Y Eduardo Feinmann se regodeaba con la cabeza rodando del ministro de Seguridad bonaerense, Juan Pablo Cafiero: la excusa perfecta para pedir la renuncia del gobernador Felipe Solá y para instalar un gobierno de mano dura y bolsillos gordos. Más allá del límite de la ética periodística, la democracia, la verdad, la justicia y el "manto de silencio y piedad" rogado por Pablo Echarri, Canal 9 -y algún que otro mercader de imágenes escabrosas como el cronista policial Jorge Pizarro, de América TV-, ya no puso en riesgo la vida de don Antonio. Canal 9 le había apostado a la muerte. Sólo un cadáver famoso o semifamoso podía levantar las mediciones de audiencia; le ayudaría en su cruzada a favor de Carlos Menem contra el grupo Clarín y el presidente Eduardo Duhalde -a quienes Hadad y Julio Ramos, dueño del diario "Ambito Financiero", acusan de seguir negociando oscuras maniobras políticas y económicas-, y hasta mantendría fresco el proyecto autoritario que esgrime la pantalla del 9 todos los días. "Que la verdad no te cague una buena nota", pareció ser la máxima en forma de engaño que Canal 9 puso en funcionamiento durante la semana pasada. La escatológica frase textual atribuida a Gelblung en sus épocas de director de la revista Gente quizás sea la síntesis de quienes disfrazados de periodistas han mostrado sin atenuantes su traje hediondo de horror y mala intención. Fueron "demasiados excesos", según describió la tranquila sabiduría de Antonio Echarri, como para seguir creyendo en la objetividad de "los idiotas que todo el país conoce", como para seguir llamándolos periodistas, y un ejemplo claro de su desidia a la hora de respetar la vida. Y en estos casos, la muerte no acepta disculpas.
| |