La primera impresión que da Shanghai si uno camina por el Bund o por el barrio francés es que esta ciudad esta construida por europeos, y efectivamente en gran parte es así. Desde que los ingleses arribaron en 1842 e instalaron la primera compañía marítima, la ciudad absorbió a todas las empresas occidentales que comerciaban en Asia y se convirtió rápidamente en el puerto más importante del este del mundo.
Ya a mediados del siglo XIX la gran población extranjera había comenzado a imponer sus edificios, autos (había más autos en Shanghai que en toda China), comercios y finanzas, haciendo de la ciudad un puerto obligado. La ciudad de a poco se transformó en un lugar de juego, prostitutas, mafia y mucho opio.
Las grandes mafias y los capitales extranjeros manejaban la ciudad a gusto, disponiendo de las leyes, penas y castigos a voluntad. En 1949, con las primeras reformas y como era de esperar, los comunistas limpiaron la ciudad y la pusieron a "dormir" hasta 1990 cuando bajo el gobierno de Deng Xiaping fue proyectada nuevamente como el gran puerto que fue la capital económica de China.
Todo brilla
Hoy la ciudad brilla, todo se ve nuevo e impecable, la gente de traje y no con la típica indumentaria impuesta por Mao, modernos autos que recorren las grandes autopistas de tres o cuatro niveles que atraviesan la ciudad, centros comerciales de varios pisos, grandes carteles luminosos donde se leen publicidades en inglés y edificios vidriados con pretensiones de rascacielos que flanquean las grandes avenidas.
Casas famosas de pizza, hamburguesas y pollo frito se multiplican por la ciudad y se mezclan con los negocios de electrodomésticos, karaoke y las más conocidas casas de ropa.
Shanghai (junto con Hong Kong y alguna otra ciudad en crecimiento) es una de las fachadas de China a los inversionistas extranjeros. El resto de este gigante de 1.300 millones de personas no es así. Todo lo demás pertenece a otra realidad, pobreza, desigualdad, suciedad, matanza de animales, soledad y persecuciones son moneda corriente.
El río Huang Pu sirve como límite entre la vieja y la nueva ciudad. Sobre la costanera oeste encontramos el Bund. Este gran paseo sobre el río, es el punto de reunión de toda la ciudad. Sobre un lado, el río, y sobre el otro, el testimonio más elocuente de lo que fue la intervención extranjera de principio de siglo.
Cuadra tras cuadra se suceden los que fueron los edificios más destacados, consulados, hoteles, bancos y empresas navieras. Hoy estos han sido restaurados e iluminados de manera tal de que luzcan como en sus tiempos de esplendor. Coronando el recorrido se encuentra el Peace Hotel, que aún sigue funcionando y deslumbrando con sus detalles en bronce, hierro forjado, grandes arañas y los mas increíbles mármoles, tanto en las paredes como en los pisos. Entrar es retroceder en el tiempo por más de 80 años.
Sobre la margen este del río el paisaje es muy diferente. El Pudong hoy es una inmensa urbanización que desplazó las tradicionales casas de bambú y los arrozales existentes allí hasta hace muy pocos años. Este nuevo lugar alberga cientos de edificios, centros comerciales, cines, grandes avenidas y extensos parques que dan un aire refrescante y de contraste a la rigidez de las nuevas construcciones (exageradas en vidrio, aluminio, bronce y los materiales más llamativos y caros del mercado).
Los puntos más destacados y emblemáticos dentro de este nuevo contexto urbano son, la torre de telecomunicaciones que alcanza una altura de 468 metros, siendo la más alta de Asia y la quinta en el mundo. El gran juego de luces que la enmarcan la hacen destacarse más por la noche. El otro punto que sobresale (también en lo alto), es la torre Jimmao, un pesado edificio color plomo de 87 pisos que sobrepasa a todos los otros rascacielos de Pudong. El edificio alberga las más importantes empresas de negocios de Asia y en los últimos pisos funciona como hotel.
El gran pulmón de la ciudad es la Plaza del Pueblo, donde se encuentra el moderno museo de Shanghai y sobre todo es el lugar de reunión de los miles de aficionados a los barriletes. Levantar la vista es encontrar las coloridas y diversas formas de águilas, dragones, gusanos, círculos, rectángulos y triángulos unidos entre sí o solos.
En el museo recientemente construido se puede disfrutar de la gran cantidad de pinturas, esculturas (en bronce y piedra), sellos y fascinantes porcelanas, que diferencian con sus colores y formas las distintas dinastías de este país tan rico en historia. Las porcelanas están ubicadas de tal manera dentro del museo que ordenan al visitante en el tiempo en que fueron construídas.
Por la noche una opción diferente es internarse en el centro por la avenida Nanjin entre la neblina baja y el humo de los carritos de comida de la calle, que hacen que las imágenes no sean tan claras. Los vendedores ofrecen sus productos con altavoces, ruido que se mezcla con el de los autos que pasan no sólo a los costados sino también un nivel o dos más arriba ya que la ciudad está llena de carriles de alta velocidad.
Los túneles peatonales parecen absorber a las miles de personas que circulan apuradas al llegar a las esquinas junto con los rumores desconocidos y distantes que nunca resultan familiares. Caminar se hace difícil porque la marea humana que va y que viene quién sabe a que rincón de la noche húmeda, conducen a uno por las calles céntricas. Los olores no traen recuerdos a la mente del viajero recién llegado ya que son nuevos, provienen de sabores diferentes. La sensación es de estar en un futuro desconocido, hiperpoblado, cosmopolita e impersonal. Las imágenes de la película Blade Runner se asemejan al paisaje de este Shanghai nocturno.
No hay que dejar de recorrer los antiguos distritos, los templos (el del Buda de Jade contiene una escultura de esta piedra preciosa de 1.000 kilogramos), los jardines Yuyuan, el antiguo barrio francés o el palacio donde se realizó el primer congreso comunista.
Shanghai está creciendo y cada año con más fuerza. Se espera que llegue a su pico en el 2010. Aunque ya hoy se puede decir que está en su esplendor y no tiene nada que envidiarle a ninguna de las grandes ciudades asiáticas.