En Bolivia, y en las orillas del lago Titicaca, las ruinas de Tiwanaku representan uno de los sitios arqueológicos que generan el mayor interés y misterio del continente americano. Este lugar llegó a nosotros ya convertido en leyenda, en un símbolo del pasado. El relato que sigue es la segunda parte de mi travesía por el noroeste de Bolivia.
La zona de Tiwanaku está en un valle enmarcado por una riquísima geografía: entre los 3.800 y los 4.400 metros de altura promedio. Está rodeado por la cordillera Real, la Principal y el lago Titicaca. El faldeo y el valle son excepcionales para los cultivos, gracias a la riqueza del suelo y al riego del río homónimo que lo cruza.
La temperatura oscila entre los 22 y 23º de máxima durante todo el año, pero las mínimas varían entre los 14º en la época seca (invierno), y los 0º durante el verano, época de lluvias. Esta es la razón por la que recomiendo ir en primavera u otoño: la meteorología se pone de nuestro lado y se aprovechan mejor las visitas al aire libre, y lo más importante, los caminos están transitables.
Los arqueólogos piensan que Tiwanaku podría haber albergado unas 60.000 personas. Quizá no todos en la ciudad, pero sí formando una comunidad líder que se desarrolló hace unos 8 a 12.000 años.
La conquista
Lo que se ha hecho en Tiwanaku, es algo que, hoy, vista con ojos críticos, es desastroso: el español usó las construcciones -los "templos", por ejemplo- que ya existían previo a la cultura inca, para construir sus iglesias. Así se construyeron las de las ciudades aledañas de Huaqui, Laja, La Paz, Juli, y tantas otras.
También, créase o no, toneladas de monolitos y otras piezas esculpidas formaron el terraplén del ferrocarril Huaqui-La Paz -unos 90 kilómetros- y sirvieron como material de construcción de viviendas, muros, y cercos en la edificación de la iglesia del actual pueblo de Tiwanaku, y para pavimentación de varias calles de la ciudad de La Paz.
Tanto es así que se arrasó con casi todo lo que allí había: hoy sólo podemos encontrar vestigios en museos como el que alberga unas 3.500 piezas arqueológicas, y en las ruinas propiamente dichas del llamado templo de Kalasasaya con la famosa e intrigante "Puerta del Sol". También están las estatuas, como el monolito Ponce, sorprendentemente parecido a algún "moai" de la isla de Pascua, y el templete semi-subterráneo, rodeado de cabezas de piedra que se inclinan hacia el interior del mismo. Gente del lugar comenta que se calcula que queda sólo el 2% de la ciudad original. Increíble, insólito y brutal: todo está atomizado, desparramado...
El misterio
Y en esto reside el misterio de Tiwanaku, porque se sabe muy poco. Se habló mucho y mal. Todos conocemos los escritos de Von Daniken que sugería que fue "fundada" por extraterrestres de cultura superior. También, sobre las figuras grabadas en la Puerta del Sol, algunos científicos sugieren que pueden verse en los ojos buzos o astronautas, mientras que otras simulan naves espaciales.
Pensando así, estamos negando la historia genuina de nuestra sociedad americana, su capacidad creadora y producción sobresaliente en la época prehispánica. No nos quedemos con lo que nos cuentan o con lo que leemos, por el contrario, disfrutemos de los propios descubrimientos.