Año 49.651
 Nº CXXXV
Rosario,
domingo  03 de
noviembre de 2002
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Hipódromo Independencia
Turf: Sobre la franca decadencia del óvalo rosarino

Alberto Serra

Hay un dato irrefutable y dramático. Hasta la década del 70, en el hipódromo Independencia se realizaban no menos de cien reuniones hípicas por año. En el siglo XXI, el circo rosarino apenas logra conformar veinte reuniones anuales.
¿Qué pasó para que se produjera tanta degradación?
No hay una sola causa, sino varias. Y por sobre todas ellas, una forma de conducir el turf de Rosario totalmente anacrónica y reñida con las teorías económicas. Ni siquiera fueron capaces de advertir que el menemismo culminaría estas teorías con una apertura absoluta que hasta trajo -gracias a las modernas comunicaciones- la apertura de agencias para hipódromos de Estados Unidos y México. Las distintas "Comisiones de Carreras", desde la conducción del fallecido Fernando Pinasco hasta la del actual Bernardo Rouillón, que lleva más de una década en el cargo, no parecieron darse cuenta que en el país estaban ocurriendo cosas y que el turf debía estar preparado para las transformaciones.
Ancestralmente, los hipódromos del interior solían tener apoyo de la "Comisión Nacional de Hipódromos", luego transformada en "Instituto Nacional de la Actividad Hípica". Por esos años también se produjo una transformación en el turf denominado "grande", fundamentalmente por la realización de reuniones hípicas todos los días de la semana. Eso influyó grandemente en el turf de Rosario, ya que hasta ese momento solamente se corría los fines de semana, permitiendo la venta simultánea de boletos para Rosario, Palermo o San Isidro y La Plata. Generalmente, los sábados y domingos, se corría en tres hipódromos y para todos se podía jugar en el Independencia.

Sugerencia desoída
Un veterano periodista hípico, nos contaba que en su momento le sugirió al fallecido dirigente Fernando Pinasco la posibilidad de instalar un bingo en el hipódromo, propuesta que fue desechada de plano por las autoridades, aparentemente por no ajustarse a los usos y costumbres del "Jockey Club". Lo paradójico es que en esos tiempos era "vox populi" que en la sede social de la entidad funcionaban mesas clandestinas de juegos como el ferrocarril y el póker con amplia concurrencia de personas del "establishment" rosarino.
¿Qué más ocurrió en estos veinte últimos años? \Esto trajo aparejada una impresionante merma de la población caballar rosarina, que de más de un millar de ejemplares radicados en el tattersall, los studs vecinos y otras caballerizas de poblaciones del gran Rosario, actualmente no llega a la mitad de esa cifra. Antes había que tener alguna recomendación o buscar algún arreglo por izquierda para conseguir un box en el tattersall. Ahora hay tantos boxes vacíos que hasta se puede elegir pabellón. La degradación motivó también la reducción del personal afectado a las tareas de mantenimiento. Esto trajo aparejado un deterioro de las instalaciones, incluyendo las pistas de correr, que no se ponen en condiciones, desde la década del 80, solamente se le hace algún matiz y ni hablar de la de vareo.
Los déficit dieron lugar a medidas que los dirigentes del Jockey Club consideraron casi heroicas, pero que fueron en realidad medidas forzosas, ante la falta de ideas y emprendimientos para incrementar los recursos. Entre esas medidas se contaron, por ejemplo, la devolución a la Municipalidad de 13 de las 30 hectáreas que componían el hipódromo, a fin de reducir el canon mensual que se tributa, ya que el parque Independencia es de propiedad comunal. La intendencia también debió hacerse cargo del tattersall, centro del óvalo, como una forma de liberación de los gastos que realizaba el Jockey Club en su cuidado y mantenimiento.
El Jockey Club de Rosario, como se dijo más arriba, siempre explotó las llamadas "apuestas foráneas", es decir la venta de boletos para Palermo, San Isidro y La Plata. Durante décadas tuvo la facilidad de hacer de "banca", es decir formar pozos propios con las jugadas, y descargando en los circos máximos solamente aquellas apuestas que sus funcionarios consideraban "riesgosas para bancar". Esto produjo siempre pingües ganancias, aunque sus verdaderos montos fueron ocultados cuidadosamente. El público siempre sospechó que esas ganancias eran destinadas, entre otros rubros, al sostenimiento de actividades extra-turf, como por ejemplo el mantenimiento del coqueto Country que tiene el Jockey Club en el barrio de Fisherton.
La privatización de Palermo modificó la situación, pues sus concesionarios no quisieron saber nada con la "banca rosarina". De modo que forzaron la utilización de máquinas expendedoras conectadas directamente a los hipódromos de origen, dando al Jockey Club de Rosario una comisión sobre cada apuesta vendida. Este fue, quizás, el golpe más duro a las finanzas de la entidad rosarina, porque limitó grandemente sus ingresos. Actualmente la venta de las foráneas ha sido concesionada a la Asociación de Hipódromos, que paga una comisión sobre las ventas. Este canon había comenzado con una cifra superior a los cien mil pesos mensuales, pero sabemos -nadie lo confirma ni lo desmiente oficialmente- pero nadie sabe la cifra que reciben realmente.

Falta de renovación
En los últimos veinte años fue factible comprobar la falta de renovación del público del hipódromo Independencia. Los pocos que van, son en su gran mayoría cuarentones o mayores. En cambio, en las apuestas foráneas se nota que hay una cantidad valiosa de gente joven, que se ha desinteresado del pobre espectáculo de las carreras rosarinas pero que valora las programaciones de los circos mayores. Hay muchos temas referidos al hipódromo Independencia que proverbialmente quedaron en la nebulosa, pues pertenecen a la contabilidad del Jockey Club a la que solamente pueden acceder sus socios, ya que el periodismo no es informado de su contenido ni puede concurrir a las asambleas. Uno es el ya mencionado supuesto desvío de fondos hacia el Country Club de la institución.
Otro que nunca fue aclarado es el financiamiento de la iluminación del hipódromo, que según dicen todavía se está pagando en dólares. Y hace fácilmente quince años que fue instalada y para ser utilizadas un par de veces nada más. Como hombres del turf que somos, escribir estas líneas nos causa una pena profunda. Pero son realidades que nosotros no podemos ocultar, aunque Bernardo Rouillón y la Comisión de Carreras poco y nada han hecho para revertirlas. Ultimamente han recibido una pequeña asistencia económica con el llamado simulcasting, es decir la inclusión de algunas carreras de las pocas reuniones rosarinas, en los programas de Palermo y San Isidro, a cambio de un canon. Pero este ingreso no alcanza para financiar un despegue del turf rosarino.
Sabemos que en los últimos meses se realizaron por lo menos tres propuestas de empresarios que pretenden una concesión de la actividad hípica rosarina. En los tres casos, según nos refieren los propios interesados, Rouillón contestó que "El Jockey Club no tiene interés en privatizar su turf". Es cierto que tienen todo el derecho de pensar así. Pero paralelamente no están cumpliendo con el deber fundamental del estatuto del Jockey Club, en su Art. 1º que es el fomento de la raza caballar. Así como van las cosas, el hipódromo Independencia corre peligro de ralear aún más sus reuniones hípicas, que se mantienen, seamos sinceros, porque muchos propietarios utilizan las instalaciones para entrenar sus animales con miras a competir en los circos máximos. Estas líneas, que posiblemente sean tomadas -erróneamente- como un ataque para los directivos del Jockey Club, tienen en cambio el único propósito de analizar la situación y estimular la búsqueda de un cambio. Con bingos, con tragamonedas, con privatización, con sponsorización, o con lo que los dirigentes estimen más conveniente. Pero lo que no podrá negar el señor Rouillón es que como están las cosas actualmente, el futuro del turf rosarino es por lo menos muy incierto.



La actividad hípica tiene un futuro incierto en Rosario. (Foto: Silvina Salinas)
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