"Lo mando al centro para sacarlo de la villa y resulta que allá es peor, porque los boliches pagan empleados para que les peguen a los chicos". La conclusión es del padre de un adolescente del barrio Las Flores que el sábado volvió a su casa brutalmente golpeado por los patovicas del boliche Rip, ubicado sobre la céntrica cortada Ricardone. El chico es David Sebastián Duré, de 17 años, un muchacho que perdió un ojo de una perdigonada efectuada por efectivos policiales durante la violenta represión de diciembre. Su caso trascendió además porque forma parte de la lista de heridos que la policía no reportó al juez, quien comenzó a investigar esos casos a partir de un informe realizado por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. (Apdh).
Por la agresión que sufrió el sábado, Sebastián tiene golpes internos en la cabeza y la espalda y corre el riesgo de perder la movilidad en el dedo mayor de la mano derecha, que se cortó al agarrarse de la baranda de la escalera por la que lo bajaban a golpes los patovicas del local.
Sebastián fue el viernes pasado al boliche Rip, en Ricardone y Araya, para festejar el cumpleaños de una amiga. Sus padres pensaron que era una suerte que la fiesta fuese en el centro y era la primera vez que Sebastián y sus amigos salían a un baile fuera del barrio o la zona sur. "El centro son palabras mayores. Resulta que los chicos van a bailar a 1810 (un local concurrido y popular de Villa Gobernador Gálvez) y no les pasa nada y vienen acá y los recibe gente preparada para pegar", dijo entre indignado e incrédulo el padre del muchacho.
Sebastián aseguró que se encontraba en el segundo piso del boliche junto a unos 5 o 6 amigos cuando otros jóvenes comenzaron a pelearse a golpes. Los chicos "del barrio" se pusieron contra una pared para alejarse de los problemas. Uno de ellos propuso que se fueran enseguida, pero se convencieron de que era mejor esperar a que la disputa se tranquilizara. "Quedémonos, si salimos ahora van a pensar que tenemos algo que ver", especularon los chicos.
Poco después, un patovica de unos treinta años, de brazos gruesos y gran físico agarró a Sebastián del cabello y lo separó de la pared a golpes. Después llegaron dos empleados más que se sumaron a la golpiza, lo arrastraron hasta la escalera y comenzaron a bajarlo sin detener la paliza.
"Como la escalera era empinada me quise agarrar de la baranda, ahí se me enganchó el dedo en la chapa y sentí el desgarro. Con el tirón de los tipos que me empujaban hacia abajo el dedo se cortó", contó Sebastián. "Al llegar al suelo estaba mareado por el dolor y los golpes". El chico se cortó en su base el dedo mayor de la mano derecha, por lo que requirió sutura. Pero el médico forense, que lo vio el lunes en Tribunales, advirtió que el desgarro le afectó la movilidad por lo que le pidió nuevos estudios para determinar si se cortó el tendón, explicó el padre del muchacho.
Sebastián cubrió con sus brazos los golpes que recibió en la cabeza aterrorizado por lo que podría ocurrir con la prótesis que utiliza en el ojo derecho, que perdió en diciembre. Por eso, la mayor parte de los golpes los recibió en los brazos y la espalda, del lado izquierdo.
Patovicas furiosos
Sebastián cree que le pegaron a él porque tiene el cabello largo y estaba vestido de negro, igual que uno de los jóvenes que participaba en la pelea. Esa es la conclusión a la que llegó con sus amigos, que observan con incredulidad "las costumbres de los boliches del centro".
"Esos patovicas estaban furiosos. Agarraban al primero que encontraban a mano y empezaban a darle. Y después se contaban unos a otros, orgullosos, como le habían dado a los pibes", contó Pablo Correa, uno de los amigos de Sebastián testigo de la golpiza de su amigo y otros chicos dentro del boliche. Eran seis amigos y unas cinco chicas, incluida Cecilia, que esperaba festejar sus 17. Con incredulidad cuentan que otro de los golpeados "bajó la escalera como volando hasta quedar estrellado en el suelo".
La agresión fue denunciada ante el juzgado Correccional Nº7, a cargo de Elena Ramón. La denuncia fue patrocinada por Ana María Figueroa, de APDH, que también representó a la familia por la perdigonada que Sebastián recibió en diciembre. "No es posible que estas agresiones queden impunes. Estas personas son contratadas, actúan de un modo violento y cometen delitos sin dar respuesta a la Justicia", indicó Figueroa. La abogada señaló que los agresores no están identificados, pero tanto Sebastián como sus amigos estarían en condiciones de reconocerlos.
Ante la herida de Sebastián, que no paraba de sangrar, y sin dinero para abordar un taxi, sus compañeros pararon a un hombre que solidariamente llevó al joven herido al Heca. Los amigos llegaron más tarde, en colectivo.