Leopoldo Moreau, precandidato presidencial de la UCR, tiene una idea fuerza que sostiene su discurso: la política no debe regalarle más espacios al mercado. En una extensa entrevista con La Capital, el legislador reparte críticas hacia quienes quieren constituirse en "salvadores individuales". "Argentina no necesita salvadores, necesita un gobierno de salvación nacional", sintetiza. -El país parece estar en stand by: no se sabe cuándo serán las elecciones ni quiénes serán los candidatos. -Está en stand by porque se sigue transitando un camino equivocado. Ningún candidato ni partido político está en condiciones de resolver la crisis en soledad. Esa fue la razón que llevó a que Rodríguez Saá se tuviera que ir a la semana. La gente advierte que está frente a planteos irracionales, propuestas mágicas. Y hay salvadores para todos los gustos... Tenemos salvadores místicos, populistas y suficientemente eficientistas como es el caso de (Ricardo) López Murphy. Argentina no necesita salvadores, necesita un gobierno de salvación nacional. -¿Por qué no lo hizo la Alianza? -Ese gobierno de salvación nacional debió haber sido promovido por la Alianza, pero lamentablemente De la Rúa no lo entendió, y cuando lo entendió era tarde. Hasta que esto no aparezca como una propuesta articulada seguiremos en la incertidumbre. Ese gobierno tiene que apoyarse en cinco o seis políticas de Estado cuya piedra angular es la creación de trabajo. Ser progresista hoy es crear trabajo. Argentina tiene dos rostros. Uno es el de la miseria y la pobreza, ese que nos dejó el neoliberalismo con (Carlos) Menem, (Miguel) Broda, (Domingo) Cavallo, López Murphy, la Sociedad Rural, etcétera. Pero hay otro rostro, que es el de una economía primaria que empieza a reaccionar con el estímulo de un tipo de cambio competitivo, la oportunidad de sustituir importaciones, el diseño de un modelo crediticio y financiero donde dejemos de lado a la banca privada como creadora y orientadora del crédito y le demos un lugar destacado a la banca de inversión, pública y cooperativa. Este es el único país que dejó en manos de la banca privada la orientación del crédito. -En algún momento se habló de una misión enviada a Santa Fe para que Carlos Reutemann sea el candidato de un gobierno de salvación nacional. -Lo que sucede es que un gobierno de esas características no se articula a favor de fulano o mengano. Reutemann tampoco ofrece esas expectativas porque nadie sabe qué piensa sobre la situación de la Argentina. Reutemann es una expectativa en la medida en que la irracionalidad de la oferta política lo hace aparecer como un moderado. No podemos hacer un gobierno de salvación nacional con alguien que juega al oficio mudo. Podemos llegar al caso de que el gobierno que engendremos el 30 de marzo sea más débil que el actual. Desgraciadamente estamos cerca de que ocurra eso. -¿La crisis se devorará al futuro presidente? -Hay tres escenarios. Si el gobierno intenta enfrentar en soledad la crisis, ésta se lo fagocita en tres o cuatro meses, con el agravante de que habremos gastado la bala de plata de la democracia, que son las elecciones. Si trata de legitimarse ejercitando un populismo autoritario, que es lo que intenta Rodríguez Saá, también andaremos mal. La otra alternativa es que ese futuro gobierno convoque a un acuerdo que no debe ser formal, sino asentarse en un programa de transformación. Hay una situación paradojal: los que nos llevaron a esta situación son hoy los más pesimistas. Antes proponían entrar al club del primer mundo y ahora anuncian catástrofes. -Pero el radicalismo volvió a fracasar en el ejercicio del poder. -Yo asumo el fracaso del gobierno de De la Rúa, aunque haya sido muy crítico. El problema de la Alianza fue que se dejó vencer por el mercado. La política dejó de representar a la sociedad; para representar al mercado están los agentes de bolsa y los banqueros. El radicalismo no está ni mejor ni peor que el resto de los partidos: la crisis de legitimidad abarca a todos los sectores. Cuando la política retrocede ese espacio lo ocupan el autoritarismo, las corporaciones o los grupos concentrados de la economía. -De la Rúa apoyará a Terragno en la interna. ¿Cómo le cae? -Es una apuesta que sigue orientada a propuestas económicas endebles, liberales. Y a la construcción de proyectos y espacios individuales. Yo no creo más en las construcciones individuales: De la Rúa muestra el fracaso de esa concepción. Volver a lo mismo con alguien que ni siquiera tiene los votos de De la Rúa (por Terragno) me parece suicida. -Hay un latiguillo: "Los radicales no vuelven a gobernar durante los próximos 50 años". -A eso lo escuché desde siempre y me tocó vivirlo con la caída de Arturo Illia. No hay que juzgar al radicalismo por sus últimos años de gestión; si fuera así, ¿cuál será el destino del peronismo luego de haber tenido a Menem? -Pero Carrió y López Murphy se fueron del partido. -En el caso de López Murphy me extraña que no se haya ido antes, él se sentía incómodo. Por ahí se dice que encarna la coherencia republicana... Quiero recordar que fue un funcionario relevante de la gestión de Martínez de Hoz durante la dictadura de Videla. Y es el que tiene la propuesta económica más pobre, pese a que el establishment lo quiere mostrar como el más lúcido. Tiene la receta de un liberalismo que no se modernizó. -¿Lo sorprendió la caída de Carrió en las encuestas? -No. No tiene sustento, le faltan propuestas. Quiere convocar solamente desde lo místico, olvidándose de lo social, lo educativo, lo económico. M.M.
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