Año CXXXV
 Nº 49.644
Rosario,
domingo  27 de
octubre de 2002
Min 16º
Máx 24º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com






Análisis: Argentina, en el corralito de la interna
El PJ es el eje de una disputa que aleja a la sociedad de la política. La oposición sigue regalando espacios

Mauricio Maronna / La Capital

La clase política se parece cada vez más al acordeonista ciego de la película Amarcord. Aquel que, protegido por un toldo, tocaba ensimismado su propia música sin poder notar que los invitados a la fiesta preferían huir de sus melodías a medida que la lluvia se desataba. Y él se quedaba solo.
El justicialismo comete el pecado de dirimir la interna convirtiendo al país en una unidad básica. El filme clase B que ofrecen los candidatos lejos está de ser dirigido por Federico Fellini. Eduardo Duhalde, Carlos Menem, Adolfo Rodríguez Saá, Néstor Kirchner, José Manuel de la Sota (y siguen las firmas) parecen creer que a la sociedad le cabe el eterno rol de actriz de reparto, como si en la historia reciente nada hubiera pasado.
Ayudados por la paupérrima performance preelectoral de la oposición, quienes tienen algún interés en la interna saben que el próximo presidente saldrá de los restos del PJ. ¿A cuántos políticos les importa que el futuro jefe del Estado nazca deslegitimado? ¿Quiénes reparan en el geométrico crecimiento que vuelve a registrarse en la intención de voto negativo? ¿Quiénes piensan en el día después?
La insufrible pelea entre duhaldistas y menemistas parece un duelo de luchadores en el barro. La judicialización de las internas, los roles del congreso y del consejo partidario se convierten para el electorado en un intríngulis que despierta menos interés que la peor de las telenovelas de media tarde. Hasta la propia jueza electoral María Servini de Cubría se hartó de los planteos.
No menos sintomática aparece la renuncia de Carlos Reutemann a la conducción del congreso. El Lole no quiso ser presidente de la Nación por el "internismo salvaje" de duhaldistas y menemistas y pretendió disciplinar con buenos modales a lo que parece una jauría dispuesta a matar o morir por, apenas, un bocado. Su dimisión fue el final de una crónica anunciada. Estresado por el juego de presiones y la furibunda carta que le despachó Rubén Marín, acusándolo de los peores vicios, el gobernador terminó redactando la renuncia desde su lecho de enfermo. Que haya sido Marín el que le imputase una maniobra "ilegal y beligerante" pegó en su hígado peor que cualquier virus.
Antes del primer "no", Reutemann había elegido al pampeano como su compañero de fórmula, llenándolo de elogios. "Es el que siempre pone paños fríos y apela a la sensatez", le dijo a La Capital una fría mañana de julio en Santa Fe.
"Sabe que los menemistas están acusándolo de haber transado con Duhalde para privilegiar la paz social en Santa Fe y comentan que «el Lole se entregó por el puente Rosario-Victoria»", dijo a este diario una calificada fuente oficial. "También conoce que muchos le están diciendo «cagón» por su renuncia al congreso. Si siguen mojándole la oreja le puede dar una sorpresa a más de uno", amplió el informante.
Esa "sorpresa" todavía es aguardada desde el peronismo más lúcido. El intendente de La Plata, Julio Alak (talentoso y eficiente), rechazó los ofrecimientos a la vicepresidencia de Rodríguez Saá, Menem y De la Sota. "Yo quiero jugar con el Lole, cuando sea. Pero quiero estar junto a él; es lo mejor que tiene el peronismo", le dijo ayer Alak a La Capital.
Reutemann creyó en algún momento que podría convertirse en el bálsamo reparador del peronismo, aun dándose cuenta de que abundan los jugadores de truco sin cartas. Volviendo al celuloide, no reparó en lo que dice uno de los personajes de la película Apocalypse Now: "Pretender condenar a alguien por asesinato en una guerra es como multar por exceso de velocidad a un piloto en una carrera de Indy".
La irresponsabilidad de algunos políticos puede hacer desembocar en tormenta el veranito que el ministro de Economía, Roberto Lavagna, supo conseguir. "Es la política, estúpidos", podría soltar sin miedo a equivocarse el jefe de Hacienda.
Con el peronismo hundido en la crisis, "nunca como hoy la izquierda puede ganar una elección, pero no parece dispuesta a hacerlo", describe el politólogo Rosendo Fraga. ¿Cuándo va a tener la progresía local mejores condiciones que las actuales para derribar el bipartidismo?
Pero la izquierda prefiere mantener su consignismo dialéctico, reinaugurar abstenciones inentendibles e internarse en pasajes místicos antes que en convertirse en alternativa seria de poder. "La paradoja es que el país gira ideológicamente hacia la izquierda pero la realidad concreta muestra que, a lo mejor, Menem es el próximo presidente", describe Fraga. A muchos les gusta más sambar en Brasil con Lula que imitar al líder del PT.
Lo cierto es que las insinuaciones de cambio que amanecieron tras el 19 y 20 de diciembre y continuaron con el cacerolazo que derrumbó a Rodríguez Saá se desarticularon hasta quedar pataleando en la nada. La vieja política no solamente recobró el conocimiento, sino que parece estar más viva que nunca. El tiempo pasa y el "que se vayan todos" suena a música gastada.
Lo grave no es que no se vayan todos, lo dramático es que se sigan yendo los mejores. La dirigencia, como el acordeonista ciego de Amarcord, no escucha más que su propia melodía. Y la canción sigue siendo la misma.



Duhalde, Menem y una pelea que dura más de diez años.
Ampliar Foto
Notas relacionadas
Sin cirugía
Diario La Capital todos los derechos reservados