Año CXXXV
 Nº 49.644
Rosario,
domingo  27 de
octubre de 2002
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El viaje del lector
Río de Janeiro: El gran sueño carioca

Mi primer viaje en avión fue Río de Janeiro. Río era la ciudad que mi compañero de viajes soñaba conocer desde chico. Llegamos un sábado por la mañana. En el aeropuerto nos esperaban los dueños del departamento que alquilamos por teléfono desde Argentina. La bienvenida fue perfecta. Empezamos a respirar Río desde la traffic, mientras nos contaban qué lugares visitar. Entramos al departamento situado a metros de Copacabana, y en ese momento el reloj y el almanaque dejaron de correr.
Por la tarde, Vauquiria, la dueña del departamento, con la amabilidad que caracteriza a los cariocas, nos llevó a conocer un poco la ciudad, nos enumeró los lugares que valían la pena visitar, los sitios peligrosos para los turistas y la mejor hora para volver a casa.
Munidos de folletos y guías empezamos a programar la semana. Visitamos por supuesto el Corcovado, donde se erige en la cima la estatua del Cristo Redentor, desde donde se puede ver la ciudad interrumpida en su geografía por morros (pequeños cerros) donde se asientan generalmente las famosas favelas.
Es casi imposible, o mejor dicho, imposible, tomarse una foto solo con el Cristo Redentor, pasamos más de 2 horas en el complejo y nunca dejó de circular gente, de diferentes países, hablando diferentes idiomas, con vestimentas típicas, incluida la máquina de fotos y la infaltable mochila.
El Pan de Azúcar fue otro destino obligado, donde se llega por teleférico en dos etapas, primero hasta la cima del cerro Urca, y luego se aborda un segundo vagón hasta el destino final. Desde este lugar paradisíaco pueden verse las playas de Río y de Niteroi, ciudad cercana unida por un puente.

Jardín botánico
Recorrer el Jardín Botánico es otro privilegio. En medio de la urbe se abren paso 141 hectáreas de jardines que combinan una frondosa vegetación, desde las fabulosas palmeras imperiales que sembrara el príncipe regente Juan VI en 1809, hasta especies de árboles provenientes de diferentes países del mundo. Caminar por los senderos del jardín es una experiencia encantadora de paz y tranquilidad.
En uno de nuestros días de paseo por Río tomamos el metro para llegar hasta el Maracaná. El metro es del Primer Mundo por la organización, lo moderno y la limpieza. ¿Del Maracaná qué decir? Es sentirse re-chiquito en un lugar enorme, sentados en la tribuna basta cerrar los ojos e imaginar cada butaca ocupada por un hincha al momento de entrar la selección a la cancha.
El centro histórico de la ciudad es bonito, pero alocado, con calles angostas. Hay varias iglesias que merecen ser visitadas. Las más sobresalientes son la de La Candelaria, antigua catedral, y el monasterio de San Benito, simple por fuera y ostentoso por dentro.
Más allá de sus monumentos y lugares históricos, lo más atrayente son las playas. Comer "mihlo" en Ipanema, acabar rendido luego de una disputa contra las olas, mirar en el mar infinito un barco que se pierde a lo lejos, sentir la arena blanca que no se despega de los pies, caminar por las ferias artesanales en las veredas de Copacabana y cenar en un restaurante por la noche con el ruido del mar como telón de fondo.
Los adoquines blancos y negros de las veredas de Río formando guardas características en cada zona de la ciudad, combinación de colores que se repite en casi todas las ciudades del país, herencia de los portugueses, son parte de los recuerdos que permanecerán en la memoria.
Otro lugar que vale la pena visitar es la Isla Angra Do Reis, distante en auto a unas tres horas. Es un conjunto de 365 islas, algunas privadas, donde el barco no puede acercarse sino a una distancia predeterminada. Se llega en traffic que salen de la ciudad, promocionadas por casi todas las agencias locales de turismo. Allí se toma un barco que recorre los contornos de algunas islas y se detiene en una de ellas, donde el paisaje casi virgen alimenta el sosiego de las vacaciones, el mar es más tranquilo que en las playas urbanas, la arena más blanca, el silencio más acogedor.
¿Algo que agregar? Que no es desacertada la idea aquella de que el arquitecto del mundo quiso que Río fuera su obra maestra; una combinación perfecta entre paisajes, cultura, joyas de la arquitectura, el carácter cordial de los cariocas, y como si eso fuera poco, un clima estupendo.
Luciana Lucero



Las playas de Ipanema son famosas y seguras.
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