Elbio Evangeliste / La Capital
La gente que se acercó a la cancha de Jockey Club fue con la sensación de que la tercera era la vencida. Que Argentina finalmente podía doblegar -por primera vez en la historia- al último campeón del mundo, Alemania, en el tercer test match de una serie de cuatro. Y algo de eso hubo, aunque la veracidad que impone un refrán como este encuentra sustento en la suerte o en la propia creencia de que se tenía que dar. Ahí está el error. Anoche no hubo nada de eso, ni de suerte, ni de azar, ni de nada que se le parezca. Argentina marcó una clara superioridad ante Alemania y por eso se quedó con el triunfo tan deseado. La virtud de saberse un equipo que podía mantener la calma en los momentos clave, que supo aprovechar la mayoría de los córners cortos y, sobre todo, contar con un arquero como Juan Manuel Vivaldi, le bastó para marcar la diferencia. Y si de mérito de trata bien vale señalar que la historia no empezó bien, ya que a los 8' Bjorn Michel ya había puesto arriba a los alemanes. Primer indicio favorable: los muchachos de Jorge Ruiz no se desesperaron, siguieron buscando con calma y encarando en los momentos que creían conveniente hacerlo. Fue producto de esa búsqueda que comenzaron a llegar los córners cortos para Argentina y con ellos los goles. Jorge Lombi mandó a la red la bocha a los 11' y 19', mientras que a los 29' Almada desvió el remate del goleador del los últimos Juegos Olímpicos y el Mundial para estampar el 3 a 1. Hasta allí todo el mérito recaía en haber aprovechado los córners cortos, y apenas una pequeña cuota de efectividad en el desempeño del arquero Juan Manuel Vivaldi. Pero esos roles se invirtieron en los segundos 35'. Porque fue desde el propio arco de Argentina donde se edificó el triunfo. Más aún cuando Landshut había logrado el descuento. Es cierto que mucha tranquilidad aportó el tanto de Vila a los 13', pero la sensación de que el triunfo esta vez no se escapaba llegó de la mano de Vivaldi, quien tuvo un par de intervenciones de antología. Ni con córners cortos ni con un par de mano a mano los alemanes pudieron vulnerar la resistencia de Uno. El triunfo parecía sellado. Es que del otro lado Argentina también inquietaba. Finalmente llegó lo que todos esperaban y el gol de Lombi en el último minuto estuvo prácticamente de más. Fue un triunfo claro, inobjetable, que no dejó margen para la duda y, sobre todo, que marcó otro punto de inflexión en el hockey argentino. Se trató de un triunfo con sabor histórico.
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