Año CXXXV
 Nº 49.644
Rosario,
domingo  27 de
octubre de 2002
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El cazador oculto: Epidemia de fiebre mediática

Ricardo Luque / La Capital

En los tiempos modernos, la idea, tan vieja como la televisión, fue reflotada por Adrián Suar. Para lograr el consenso de sus colegas, el Chueco decidió que el elenco de "Poliladron", la miniserie con la que debutó como productor en Canal 13, se enriqueciera con la participación de invitados especiales que, sin ser necesariamente actores, fueran figuras conocidas por el gran público. Así fue como, después de que Nicolás Repetto rompiera el hielo, todos, desde Bernardo Neustadt hasta Mario Pergolini, quisieron sumarse al éxito del primer producto de Pol-ka. El recurso, recomendado por los manuales de marketing, procura sacar provecho de la popularidad, un capital inasible e sobrevaluado tanto en la televisión como en la política y los negocios, en dos direcciones: por un lado, sumar a un producto, ya sea una marca comercial, un candidato político o un programa de televisión, la contribución que puedan hacerle las figuras reconocidas, y por el otro, sumar a estas figuras el prestigio o el suceso que el propio producto posee. El fenómeno, tanto en física como en marketing, se llama sinergia y refiere al intento que se hace por encauzar fuerzas divergentes en una misma dirección. Ahora, siglos después de que la estrategia fuera desgastada aquí, allá y en todas partes, los productores rosarinos gritaron "¡Eureka!" al descubrirla. Los "Urbanos" convocaron a Alberto J. Llorente para que encarnara al cura que, en el capítulo final de la telenovela del Canal 5, oficiará la ceremonia religiosa del "esperado" casamiento entre Patricia y Gino. Casi al mismo tiempo, en la vereda opuesta, Gustavo Postiglione convocó a la máxima estrella de Canal 3, Julio Orselli, para que interprete a un capo mafia en el docudrama "Huellas". Lo curioso no es el retraso con que la televisión rosarina se sumó al fenómeno de las "participaciones especiales" sino la disposición de las "estrellas" para colaborar con la nueva ola de la ficción televisiva local. ¿Será, cómo dicen las malas lenguas, que las figuras de la tele son capaces de cualquier cosa por estar en el aire o es sólo buena onda? Lo seguro es que la fiebre mediática es una enfermedad de cuidado y que, por lo visto, no tiene cura.


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